Eduardo Cruickshank, candidato presidencial del Partido Restauración Nacional (PRN), restó importancia a los ¢7 millones cobrados por inscripción a los aspirantes a diputados comparando la suma con las ganancias de cuatro años en el puesto al son de ¢4 millones mensuales.
«Si está por el costo-beneficio de una persona que va a ser diputada y que va a ganar ¢4 millones mensuales por 48 meses, en realidad es una suma que no es importante», dijo el expresidente legislativo. Considerando los aguinaldos, el retorno de la inversión llega a ¢208 millones, pero faltaría restar las cargas sociales, solo parcialmente compensadas por beneficios como los cupones de gasolina.
No es la primera vez que las candidaturas a la Asamblea Legislativa se ven bajo el prisma de la inversión, pero la candidez del dirigente restauracionista sí resulta excepcional. La trivialización de los procesos políticos crea el margen necesario para esa y otras aseveraciones.
La comparación invita a hacer otras, todavía más descalificadoras. Los candidatos inscritos en el segundo lugar de las papeletas solo aportaron ¢5 millones. La apuesta es menor porque también son más reducidas las posibilidades de salir favorecido. La inversión es más bien compra del boleto para una rifa.
Ya en el 2018 Restauración Nacional había conformado una papeleta pensando en sus pocas posibilidades electorales. Cuando se llevó la sorpresa del inesperado éxito en las urnas, la dirigencia redobló esfuerzos para contener manifestaciones reveladoras de la poca preparación de sus diputados elegidos.
La trivialización de la política también se constata en las redes sociales, donde los candidatos bailan, hacen rítmicos juegos de manos, cuentan chistes o fingen arrebatos de enojo para criticar al gobierno y presentarse como líderes con carácter, decididos a promover el cambio.
Las explicaciones van desde la intención de comunicar su pensamiento con sencillez hasta el simple deseo de construir una imagen simpática. En todos los casos, el propósito es hacerse notar, y varios lo logran, aunque no con el efecto anhelado. Entre ellos hay candidatos que, en el pasado, se presentaron a los electores con mayor sobriedad y son perfectamente capaces de dar a los asuntos públicos una consideración adecuada. La incursión de varios en el mismo estilo informal y desenfadado seguramente responde a una lectura poco halagüeña del momento.
Al parecer, hay permiso para romper patrones e intentar acceder al poder por el camino de gracejadas que, hasta hace poco, habrían sepultado aspiraciones. Está por verse si la interpretación de las circunstancias es adecuada o si, a la postre, TikTok se convierte en la perdición de más de una candidatura.
La majestad del Primer Poder de la República tampoco queda bien servida con la doble postulación de varios de esos candidatos a la presidencia y a la Asamblea Legislativa. En un sistema presidencialista, el vínculo electoral entre el legislativo y el ejecutivo no tiene el mismo sentido que en los regímenes parlamentarios, donde el primer ministro sale de la asamblea recién elegida.
Aquí, la doble postulación es más bien un recurso para mejorar las posibilidades de alcanzar una curul gracias a la mayor exposición de los candidatos presidenciales. Así, terminamos con 17 dobles aspirantes, incluida Maricela Morales, del Partido Unión Costarricense Democrática, cuya extraña propuesta de una Sala V de la Corte Suprema de Justicia para combatir la corrupción con un ejército de magistrados (entre 35 y 40) se convirtió en la anécdota de la semana, especialmente después del desconocimiento exhibido por la candidata sobre la integración del Poder Judicial.
En sí misma, la larguísima lista de 27 aspirantes a la presidencia, la mayoría sin la menor posibilidad, aunque muchos tengan la vista puesta no en Zapote sino en Cuesta de Moras, es también una trivialización de la política. Es preciso recuperar la sobriedad.