Editorial: Transformación en el Hospital de Niños

El Hospital Nacional de Niños (HNN) contaba con cuatro informes sobre fallas en el programa de cirugía cardíaca. La tasa de mortalidad era del 31 % cuando en otros países rondaba el 3 % o 4 %. Gracias a la valentía de los intensivistas que denunciaron la tragedia, pese a que altos funcionarios del centro médico preferían manejar el asunto con total secretismo y llamaban traidores a quienes acudían a la prensa, hoy el HNN muestra estadísticas alineadas con los parámetros internacionales.

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La Unidad de Cirugía Cardíaca del Hospital Nacional de Niños (HNN), hoy Programa Cardiovascular Pediátrico, pasó de una horrenda tasa de mortalidad en el 2014 a estadísticas alineadas con los parámetros internacionales en la actualidad. Es hora de reconocer méritos a quienes impulsaron la transformación, salvaron vidas y sembraron nuevas esperanzas en padres y niños afectados por males cardíacos, incluidos muchos de la más alta complejidad.

El reconocimiento comienza, necesariamente, por los valientes intensivistas del hospital, por entero consagrados a sus pacientes. A ellos les correspondía sacar a los pequeños pacientes de su delicada condición posoperatoria y a ellos les tocaba, también, la frustración de presenciar demasiadas muertes.

Sintieron el imperativo moral de denunciar y lo hicieron sin pensar en los riesgos de represalias ni en la reacción de los colegas afectados. Rehusaron callar, movidos por la urgencia de generar el cambio. En ocasiones, filtraron informes a periodistas de La Nación, confiados en el secreto profesional. En otras se expresaron abiertamente.

Ellos y otros funcionarios del hospital hicieron caso omiso a las exigencias de guardar silencio. Hubo convocatorias a reuniones celebradas con el fin de frenar las “fugas” de información. Los administradores emplearon los razonamientos usuales: la ropa sucia se lava en casa, si la información se filtra el prestigio de la institución se verá afectado, los padres de los pacientes tendrían nuevos motivos de preocupación, la sucesión de informaciones constituía una “campaña” periodística con fines inconfesos y los informantes eran, ni más ni menos, traidores.

Para entonces, el hospital contaba con cuatro informes sobre fallas en el programa de cirugía cardíaca, el primero de ellos fechado en el 2006, y ninguno había surtido efecto. En el 2011, el llamado Grupo de Dallas se mostró alarmado por la mortalidad del 31 % cuando en otros países rondaba el 3 % o 4 %. En enero del 2014, el informe de Heart Trust reveló serios problemas de clima organizacional, cuestionó la habilidad de algunos cirujanos y criticó la falta de rigurosidad al seleccionar a los candidatos a una cirugía.

Los intensivistas conmovieron la conciencia del país y el hospital se vio obligado a abandonar la opacidad y la negación. Surge así, en la lista de actores con mérito en la transformación, un grupo de funcionarios, médicos y cardiólogos incluidos, que decidió tomar la situación en sus manos bajo el liderazgo del director del hospital, Dr. Orlando Urroz. Alguno de ellos recordó a quien se constituiría en protagonista clave del cambio: el Dr. Eduardo da Cruz, autoridad mundial en la materia, jefe de cuidados críticos en cardiología del hospital pediátrico de Colorado, adonde llegó luego de acumular prestigio en hospitales de Francia, Escocia, Suiza y Portugal.

El eminente médico es presidente de Cirujanos de la Esperanza (Surgeons of Hope), organización dedicada a asistir a profesionales y sistemas de salud de países necesitados de apoyo. También enseña en la Universidad de Colorado. No obstante, exhibe con orgullo su título summa cum laude de la Universidad de Costa Rica y no pasa por alto la oportunidad de recordar su internado en el Hospital Nacional de Niños.

Da Cruz inmigró a nuestro país desde Portugal cuando su padre fue contratado por una empresa local. No olvida, y lo dice con satisfacción, la deuda contraída con Costa Rica. Cuando le contactaron para pedirle ayuda, no tardó en aceptar. Desde entonces, visita periódicamente el país y se mantiene en contacto con el equipo médico encargado de desarrollar el plan de mejora del nuevo Programa Cardiovascular Pediátrico.

Toca, pues, sumar a la lista de reconocimientos a los médicos, muchos de ellos muy jóvenes, empeñados en impulsar la transformación. Con el apoyo de la actual directora del centro médico, Dra. Olga Arguedas, han conseguido un servicio cardíaco del cual el país puede estar orgulloso y siguen empeñados en vencer nuevos retos, como la compleja cirugía ejecutada por primera vez hace pocas semanas, durante la más reciente visita del Dr. Da Cruz y varios colegas de Cirujanos de la Esperanza.