Editorial

Editorial: Sanciones arrogantes e injustificadas

De la hostilidad, Estados Unidos pasó a la agresión contra la Corte Penal Internacional.

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Desde que fue creada en 1998, gracias al Estatuto de Roma, y, sobre todo, a partir de que comenzó a funcionar, en el 2002, Estados Unidos ha tenido una actitud pendular y ambivalente con respecto a la Corte Penal Internacional (CPI). Ha oscilado desde una clara hostilidad durante los gobiernos de George W. Bush y Donald Trump hasta una aceptación implícita y colaboración pragmática durante los dos períodos de Barack Obama, quien, sin embargo, nunca planteó al Senado la posibilidad de ratificar el Estatuto, a sabiendas de que no tendría los votos necesarios.








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