Los hechos todavía son confusos, pero la muerte de un guarda en La Sabana, el 18 de julio, estrangulado por un policía municipal de San José, despierta dudas sobre el entrenamiento y los procedimientos seguidos por el cuerpo policial, sin descartar la posibilidad de similares deficiencias en la formación de otros encargados de mantener el orden público.
La Policía, sea municipal o nacional, se ha destacado durante la pandemia de la covid-19. Su labor ha evitado muchas muertes. Es seguro decirlo a partir de una simple observación del descuido de quienes se empeñan en organizar fiestas y otras actividades riesgosas. La Fuerza Pública también vigila las fronteras con especial esmero y supervisa parques y playas. La lista es larga y se añade a las funciones habituales.
Los oficiales merecen agradecimiento, pero sus delicadas funciones exigen cuidadoso reclutamiento y preparación. Una vez investido de autoridad y enviado a mantener el orden el policía debe tener plena conciencia de los derechos de los ciudadanos y sensibilidad para reconocer los límites, especialmente de la fuerza.
El guarda solicitó a su homólogo de un edificio vecino llamar a la Policía porque, según dijo, un grupo de delincuentes intentó asaltarlo. Cuatro policías municipales se trasladaron hasta el lugar y encontraron al vigilante con un arma en la mano. Le ordenaron tirarla al suelo y él obedeció. Los oficiales se le aproximaron para detenerlo y hubo un forcejeo. En ese momento se desencadenó la tragedia.
Uno de los policías aplicó una llave al vigilante y lo mantuvo así hasta asfixiarlo. La Fiscalía abrió una investigación por homicidio culposo. Las indagaciones tienen al oficial como único posible imputado. Eso hace pensar que los demás mantuvieron la distancia al punto de no ser siquiera sospechosos. ¿Por qué no intervinieron?
Las primeras dudas suscitadas por el caso son de técnica policial. El dominio de los métodos de inmovilización no solo consiste en saber aplicarlos, sino también hasta dónde. Evidentemente, el guarda fue dominado, pero la llave duró más de lo necesario y pasó de método de detención a arma homicida.
- Eso hace pensar que los demás mantuvieron la distancia al punto de no ser siquiera sospechosos. ¿Por qué no intervinieron?
Algunos departamentos de policía prohíben la utilización de ciertas formas de sujeción capaces de causar asfixia. En los Estados Unidos, la revisión de esos métodos se intensificó después del homicidio de George Floyd, un afrodescendiente asfixiado en Minneapolis por un policía. El oficial mantuvo una pierna sobre el cuello de Floyd hasta causarle la muerte.
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Por otra parte, los policías patrullan en parejas para su propia protección, pero también para proteger a los ciudadanos, incluso cuando hay necesidad de inmovilizarlos. En este caso participaron cuatro oficiales y su superioridad numérica debió bastar para dominar al guarda desarmado sin ocasionarle graves daños. Alguno de los tres policías restantes debió, cuando menos, advertir al del forcejeo sobre la duración del estrangulamiento y la posibilidad de un desenlace fatal. Para eso también deben estar entrenados, así como para la negociación y la disuasión mediante la palabra cuando las circunstancias no ponen en riesgo sus vidas.
El caso será dilucidado en los tribunales y allí se conocerán todas las circunstancias, pero desde ya debería servir para un análisis de los métodos de inmovilización, el trabajo en equipo y, en general, los programas de entrenamiento. El país cuenta con una escuela policial de primer orden en cuanto a sus instalaciones físicas. Es preciso que también lo sea en materia de formación de nuevos oficiales y refrescamiento de conocimientos de los más veteranos, por el bien de ellos y de la ciudadanía.