Una amenaza de bomba obligó a la Universidad de Costa Rica (UCR) a evacuar el edificio de Estudios Generales, la biblioteca Carlos Monge Alfaro y el antiguo inmueble de la Facultad de Ciencias Sociales. La medida de seguridad movilizó a unas 2.500 personas, la mayoría alumnos de la casa de estudios. El perímetro de seguridad y la vigilancia establecida alrededor de los edificios impidió el retorno a la normalidad, especialmente por las restricciones de acceso.
El vicerrector de Administración, Roberto Guillén, denunció la recepción de “correos muy amenazantes” a eso de las 9 a. m. del lunes. En lenguaje soez, uno de los correos justificaba el acto de terrorismo como protesta contra el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) y las “gollerías” de los rectores. Al mismo tiempo, según la casa de estudios, las cuentas de correo de la Oficina de Comunicación parecen haber sido hackeadas.
La Escuela de Estudios Generales suspendió las lecciones entre las 10 a. m. y las 5 p. m. También fue necesaria la intervención de la Fuerza Pública, la Policía Municipal y la unidad de perros entrenados para detectar explosivos. La Universidad interpuso una denuncia y la investigación exigirá recursos de las dependencias correspondientes del Poder Judicial. Son consecuencias reales de una amenaza sin fundamento que, de cualquier forma, no puede ser ignorada.
La amenaza coincide con el insalvable desacuerdo de los rectores y el gobierno sobre el presupuesto de la educación superior para el año entrante. El texto también coincide con la retórica empleada por la administración contra quienes discrepan de sus pretensiones. Repleto de faltas de ortografía, el comunicado anuncia “el momento de actuar”, la necesidad de salvar a la patria de las “ratas”, los diputados, “los Arias” y los “filibusteros” que “por años han saqueado al país”. “El pueblo es inteligente y vamos a inflar el pecho para salvar a Costa Rica…”, dice el mensaje.
Un día después de los allanamientos y las detenciones ejecutados en el marco de la investigación de la adjudicación de 138 Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (Ebáis) a cuatro cooperativas, el Ministerio Público también fue objeto de una amenaza de bomba. Por su parte, sufrieron amenazas el fiscal general, Carlo Díaz, y el presidente de la Asamblea Legislativa, Rodrigo Arias.
El gobierno había calificado la actuación de la Fiscalía como una “amenaza” y un “abuso de poder”, pese a la similitud del operativo con los desplegados en muchos otros casos, desde el allanamiento de la Casa Presidencial durante la administración anterior hasta el llamado caso Diamante, seguido contra un grupo de alcaldes.
Un par de días después, el presidente Rodrigo Chaves añadió: “Estén atentos, porque Dios no quiera que llegue el momento en que tengamos que actuar” y preguntó “¿qué va a hacer usted, compatriota? ¿No ve lo que está pasando?”. El mandatario describió como un acto de “autoritarismo” la detención de la presidenta ejecutiva, Marta Esquivel. “Al vivo a señas y al tonto a palos. Ustedes costarricenses son muy inteligentes, estén listos, sean vigilantes y observemos. Que vivan siempre el trabajo y la paz, pero no nos van a hacer siervos menguados”, declaró.
“Hay gente que me dice ‘mirá, hasta te pueden plantar pruebas en alguna parte porque si llegaron a esto, pueden llegar a cualquier cosa’”, añadió para proyectar sospecha sobre lo actuado. También le ha atribuido a la Fiscalía el propósito de silenciarlo, sin identificar el motivo.
La insistencia en descalificar a las instituciones, sembrar duda sobre las motivaciones de sus funcionarios y presentarlas como parte de una “dictadura perfecta” al servicio de grupos privilegiados, especialmente si se expresa en lenguaje violento, nunca antes utilizado desde las altas esferas del poder, abre espacio a la intervención de un desequilibrado.
Ese es el peligro de exacerbar la polarización de la sociedad y crisparla contra sí misma para llenar el vacío creado por la ausencia de logros, programas u orientación. El recurso no tardará en agotarse y el inventario de daños promete ser extenso. Nunca es tarde para cambiar el rumbo.