Editorial: Oídos sordos al odio

Ni la geografía, ni el estado de la ciencia marcan mayor diferencia en la fuerza de las manifestaciones xenófobas cuando las epidemias exacerban los temores.

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En la Europa medieval, la culpa de la peste bubónica fue depositada en hombros de los judíos. Entre 1348 y 1351, unas doscientas comunidades fueron aniquiladas, sus habitantes quemados vivos o asesinados con métodos más expeditos. Se les acusaba de esparcir la enfermedad y envenenar pozos cuyas aguas causaban la enfermedad.

En la América de nuestros días, la gripe porcina del 2009 fue transformada en una enfermedad mexicana y en Estados Unidos no tardaron los llamados a cerrar la frontera común. Ni la geografía, ni el estado de la ciencia marcan mayor diferencia en la fuerza de las manifestaciones xenófobas cuando las epidemias exacerban los temores y, con ellos, la desconfianza.

El mensaje es esencialmente el mismo, no importa si se transmite de boca en boca o por los modernos medios digitales, como viene sucediendo en nuestro país desde hace semanas. Falsas informaciones difundidas en redes sociales dan cuenta de las muertes en el Hospital Alemán Nicaragüense y añaden, con mal disimulada ponzoña: “Médicos recomiendan ir a Costa Rica”.

La “información” circula horas después de la denuncia de este diario sobre la terrible emergencia en el centro médico. La Nación consiguió conmovedores testimonios e información de primera mano, tan valiosa como para haber merecido reproducción en medios nicaragüenses, pero nunca se mencionó recomendación alguna a los pacientes de viajar a nuestro país. Ahora, resulta que los anónimos difusores de “noticias” en Internet manejan tanto detalle como para informarnos de conversaciones entre médicos y pacientes, claro está, sin atribuir el “dato” a una sola fuente.

Siempre en línea con la siembra de desconfianza e invitación a la xenofobia, un mensaje en las redes sociales cuenta la historia de un hombre de 67 años, apellidado “Zapata”, a quien el gobierno nicaragüense supuestamente brindó transporte para venir a Costa Rica en procura de tratamiento anti-covid-19. La información viene completa con imágenes del hombre abandonando su casa, enmascarado y con una bolsa plástica en la mano. Otra foto lo muestra despidiéndose desde el interior de un vehículo, con un gesto casi triunfante. La “información” remata con una frase destinada a atizar odios: “Los costarricenses son domesticados. Ellos lo saben y la victimización y la lástima les sirven bien”.

El número de ingenuos es grande, pero cuesta imaginar que no se pregunten por qué el gobierno sandinista se metería a financiar viajes de enfermos al extranjero cuando ha hecho todo lo posible por encubrir la presencia de la pandemia en su territorio. Por el contrario, cuando los exámenes hechos en la frontera comenzaron a detectar transportistas contagiados, Daniel Ortega ordenó cerrarla. Los controles nacionales desnudaban sus mentiras. ¿Y hasta dónde llega el pasaje regalado a los enfermos si en la frontera hay rigurosos controles sanitarios? ¿Los llevarán hasta puntos por donde puedan pasar a pie, por la montaña? Pero ¿no dicen las “informaciones” que son ancianos enfermos? Y las fotos del sonriente “Zapata", ¿qué prueban? Pues que un hombre mayor salió de su casa, en algún lugar, con una bolsa de plástico negra y subió a un vehículo desde donde se despidió de alguien. Nada más.

Otra información muestra una foto de hombres jóvenes, a pie por una carretera y vistiendo máscaras. Informa de las dificultades causadas por la covid-19 en el país vecino y añade: “Nicas están organizados y realizan caravanas para llegar al lado tico”. La insinuación es que la fotografía corresponde a una de esas “caravanas”. Los autores anónimos, evidentemente, tomaron prestado un capítulo de la migración ilícita de centroamericanos, en especial hondureños, a Estados Unidos. Las dificultades y el largo recorrido resultaron en las caravanas organizadas que jamás han sido necesarias para cruzar la frontera entre Nicaragua y Costa Rica. La noción es ridícula y su propósito, criminal.

La frontera con Nicaragua plantea grandes retos a nuestro país en esta pandemia. Eso sí es verdad. También es cierto que debemos ejercer el control más riguroso posible. La dictadura Ortega-Murillo ha permitido el contagio y la muerte de un gran número de nicaragüenses y desde hace semanas venimos advirtiendo sobre la amenaza para nuestro país. De ahí a permitir que se nos arrastre por el lodazal del odio y la xenofobia, hay un gran trecho. Costa Rica debe rescatar sus mejores valores de las garras de la emergencia por el coronavirus SARS-CoV-2. No somos un pueblo domesticado. Somos un pueblo justo, compasivo y humanitario. Por eso vivimos en paz y en democracia.