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Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas detectó, en las redes sociales costarricenses, un nutrido flujo de discursos de odio y discriminación, enraizados en el racismo, la intolerancia ideológica, el machismo, la xenofobia y la homofobia. La presencia de esos mensajes no nos diferencia de las demás naciones, pero alerta sobre la consolidación, en el ámbito local, de un peligro difícil de exagerar.
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Los vicios señalados no son nuevos y sus consecuencias históricas han sido devastadoras; no obstante, nunca tuvieron las posibilidades de propagación proporcionadas por la Internet. En las redes sociales, comprueban los estudios de prestigiosos centros de investigación y enseñanza, la mentira viaja a velocidades incomparables con el lento paso de la verdad.
El ataque al Capitolio, en Washington, se fraguó en las redes sociales con mucha antelación. La difusión de prejuicios y otras falsedades crea la impresión de pérdida de terreno cultural, político y económico entre sectores habituados a considerarse dominantes. En Costa Rica, ya experimentamos ataques xenófobos en el parque de la Merced, cuando las redes sociales llamaron a recobrar ese espacio urbano en manos de nicaragüenses acusados, sin fundamento, de irrespetar símbolos patrios.
No debe extrañarnos que, de las 500.000 publicaciones en Facebook y Twitter examinadas por el estudio y difundidas entre mayo del 2020 y junio del 2021, un total de 181.500 tienen contenidos xenófobos, en especial contra los nicaragüenses, aunque no faltan ataques a comunidades asiáticas, en particular, contra los chinos.
La clara relación entre el discurso de odio y las noticias difundidas por medios de comunicación establecidos subraya la responsabilidad del periodismo serio cuando aborda temas aptos para explotación por los difusores del odio. El pico de comentarios en el período estudiado ocurrió en junio del 2020, cuando salieron a la luz informaciones sobre las cuarterías y el cierre de fronteras como medida sanitaria.
La relación también es clara entre algún extraño incidente en un restaurante chino y el desencadenamiento del discurso de odio contra los originarios de ese país. El discurso xenófobo se distingue por la intención de herir directamente a las víctimas, como sucede en el 80 % de los comentarios examinados.
Vecino de la xenofobia es, siempre, el racismo. Curiosamente, en ese caso, la intención directa de ofender solo se hizo presente en un 33 % de la muestra, lo cual no disminuye la preocupación y más bien podría aumentarla, porque indica una familiaridad tan cotidiana con la discriminación como para incurrir en ella sin detenerse a pensar sobre su carácter ofensivo.
Las mujeres fueron blanco de 118.539 publicaciones discriminatorias o alentadoras del odio. A este respecto, la intención directa de ofender se nota en el 51 % de las publicaciones. En contraste, las 98.865 conversaciones relacionadas con preferencia sexual denotan ánimo directo de ofender en el 85 % de los casos. El estudio hizo hincapié en el grado de violencia de los mensajes relacionados con preferencia sexual.
Existe, también, la tendencia a difundir mensajes de odio relativos a ideologías políticas o simpatías partidarias. De las 69.170 conversaciones estudiadas, los expertos encontraron intenciones directas de ofender en el 85 %. El resultado es inquietante en una sociedad donde el valor del diálogo y arreglo pacífico de los conflictos ocupa, tradicionalmente, un lugar de privilegio.
En otras oportunidades hemos hecho llamados para la incorporación de la alfabetización digital a los planes de estudio de la educación primaria y secundaria, no como un componente menor de otro curso, sino como elemento esencial de la formación cívica. El estudio de comentario es razón de más para reiterar la sugerencia.