Editorial: Obras para mejorar el tránsito

Las inversiones en obras viales de baja monta, aptas para dar fluidez al tráfico, deben emprenderse a pesar de las restricciones enfrentadas por las finanzas públicas.

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La insuficiente infraestructura vial del país, rezagada en relación con el crecimiento del parque vehicular, causa las cotidianas demoras sufridas por quienes se movilizan a sus trabajos, centros de estudio, hospitales y otros destinos. También afecta el transporte de bienes y su costo. El mal es significativamente mayor en los centros urbanos. Por eso recibimos con esperanza la propuesta del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) para intervenir, en el curso de un año, 28 cuellos de botella claramente identificados en el área metropolitana.

Los trabajos consisten en ampliar vías y puentes, mejorar las condiciones de ruedo en las rutas empleadas por el transporte público y en las rutas alternas, hacer demarcaciones y poner en práctica controles administrativos, como la prohibición de aparcar en sitios no aptos.

El costo de las obras es relativamente bajo para el beneficio esperado y el MOPT dispone de la maquinaria y los recursos presupuestarios y administrativos para ejecutarlas. Se trata de obras a lo largo de unos 60 kilómetros. Por sus características, no pueden ser dadas en concesión a la iniciativa privada y deben ser financiadas con cargo al presupuesto nacional. Esa circunstancia necesariamente impactará la magnitud del déficit fiscal, tanto del financiero como del primario, pero las obras contribuyen a mejorar la calidad de vida de la población y aceleran el crecimiento económico.

El esfuerzo del gobierno por reducir el déficit fiscal, que a todos preocupa, debe centrarse en los gastos corrientes, de consumo y repetitivos, no en los de capital. Un ajuste que racionalice los primeros y abra espacio para la inversión en infraestructura física es de “mejor calidad” que uno tímido en el control del gasto administrativo recurrente (sueldos, pluses, pensiones). Es fácil explicarlo a la opinión pública y también a los representantes de los entes financieros multilaterales y a las calificadoras de riesgo. Se trata de erogaciones únicas, no recurrentes, que al coadyuvar al crecimiento económico tienen impacto positivo en el cómputo de la dinámica de la deuda.

En efecto, el endeudamiento público se expresa por la relación entre la deuda y el tamaño de la economía, medido por el producto interno bruto (PIB). A mayor crecimiento del PIB, menor será el endeudamiento. Por el contrario, la historia reciente muestra que países como Grecia y Venezuela han elevado su nivel de endeudamiento no tanto por contraer nueva deuda pública, sino porque sus economías decrecieron sensiblemente.

Dada la limitación vial en muchas de nuestras ciudades, también es preciso “administrar” con eficacia las calles y caminos. Es necesario prohibir el estacionamiento en las calles muy transitadas y estrechas, pues unos pocos vehículos mal estacionados, aunque solo sea por pocos minutos, convierten las vías en arterias de un solo carril para todo efecto práctico. Las vías de entrada y salida a los centros urbanos son especialmente sensibles a la interrupción irresponsable del tráfico. Una vigilancia sistemática no solo acelera el tránsito, sino que puede constituir una fuente de ingresos por concepto de multas. La comodidad de unos pocos conductores no debe sobreponerse al interés general.

En las calles de circulación en dos sentidos, permitir cruzar a la derecha y a la izquierda a todo lo largo contribuye a aumentar las presas. Muchas veces, con pequeñas decisiones administrativas, como la separación de cemento en el centro de toda la avenida al lado sur del Parque Metropolitano La Sabana, se acelera notablemente la fluidez vial.

En suma, las inversiones en obras viales de baja monta, aptas para dar fluidez al tráfico en los centros urbanos del país, deben emprenderse a pesar de las restricciones momentáneamente enfrentadas por las finanzas públicas y es necesario complementarlas con buenas decisiones administrativas.