La bancada del Partido Liberación Nacional y el grupo de legisladores separados de Restauración Nacional (PRN) para fundar Nueva República nada tenían en común hasta que ambos decidieron maniobrar, con idénticos medios, para descarrilar dos proyectos urgentes y trascendentales. A buena parte de la bancada liberacionista le da miedo exigir a las cooperativas una contribución fiscal y si bien había señalado la posibilidad de apoyar una reforma moderada y parcial, ahora da marcha atrás. Por su parte, Nueva República, cada vez más próxima a los sindicatos, no se atreve a apoyar la reforma a la legislación laboral para evitar el abuso del derecho a la huelga.
Ninguno de los dos está dispuesto a confesar sus verdaderas intenciones y ambos recurren al mismo discurso: negarán sus votos a las iniciativas para dar a los expedientes un trámite abreviado, no porque estén en contra de los respectivos proyectos, según dicen, sino por la pretendida necesidad de someterlos a un análisis reposado.
“Siempre debe prevalecer el equilibrio y la confianza en todas las nuevas legislaciones, por lo cual creemos que la discusión de este tema en particular debe ser reposada y abierta, para así garantizar el resguardo de los derechos de las cuatro poblaciones clave: sindicatos, patronos, jueces y la población en general”, dijo Jonathan Prendas, vocero del grupo disidente alineado con el excandidato presidencial Fabricio Alvarado, para explicar la negación de sus votos a la vía rápida en el caso de las huelgas.
Según Roberto Thompson, miembro de la fracción liberacionista, la mayoría de los congresistas cree que a la contribución fiscal de las cooperativas “se le debe dar análisis y requiere de un equilibrio entre el compromiso asumido y el análisis de las condiciones en que debe gravarse el sector”.
Los dos diputados hablan el mismo lenguaje, evitan tomar posición y relegan la discusión a vías ordinarias donde, todos sabemos, es fácil dar al traste con un proyecto de ley mediante el abuso de disposiciones reglamentarias. No toda la fracción liberacionista reniega del compromiso de exigir a las cooperativas una contribución ni se sabe la posición de la restante bancada de Restauración Nacional, pero en los dos casos la disidencia es suficiente para poner obstáculos a la pronta aprobación de los proyectos de ley.
Si el país sigue a expensas de huelgas “políticas”, indefinidas y por la libre, sin regulación ni posibilidad de recuperar los salarios pagados aunque se declare la ilegalidad del movimiento, lo cual es casi imposible a la luz de la extraña jurisprudencia dictada por algunos tribunales, podrá agradecérselo a don Fabricio y su grupo de diputados. Si los sindicatos tienen en sus manos la posibilidad de malograr un curso lectivo de la educación pública, con grave daño para niños y adolescentes, el mérito es de la misma fracción y de su falta de sentido de urgencia.
Si las cooperativas consiguen perpetuar el viejo sistema de privilegios y exenciones, tan costoso para las finanzas públicas, el “logro” será de los liberacionistas y su deseo de sostener un debate reposado sobre un cambio de política pública cuya pertinencia es difícil de rebatir. Más de dos terceras partes de los activos del cooperativismo pertenecen a empresas financieras competidoras de los bancos públicos y privados en el mercado de capitales. Otro porcentaje apreciable pertenece a grandes empresas, algunas de ellas con negocios transnacionales. Todas disfrutan los servicios del Estado, pero se les exime de financiarlos como se espera del resto del sector empresarial.
Esa iniquidad parecía a punto de disminuir, sino desaparecer del todo, porque las negociaciones en el Congreso, animadas por el cabildeo del cooperativismo, desembocaron en soluciones parciales y no en la nivelación del terreno. Si ni siquiera eso se consigue, será a consecuencia del liberacionismo.
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Los dos partidos tienen clientela a la vista, uno entre las cooperativas y el otro aspira a cultivarla entre los sindicatos. Es la vieja política en todo su esplendor. Los intereses del país pueden esperar a una discusión “reposada”, para utilizar la palabra del diputado Prendas; o “equilibrada”, para plantearlo en términos del legislador Thompson.