Editorial: Nuestro error, sin excusas

Con razón, varias organizaciones preocupadas por la violencia de género nos reprocharon el tratamiento de la información sobre el homicidio de cuatro hombres en San Carlos. Ni se trata de un ‘noviazgo’ ni la niña de 13 años puede ser catalogada como ‘compañera’ del asesino, de 45, como desafortunadamente hicimos.

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Cometimos un error. No hay excusas, solo vergüenza y propósitos de enmienda. En la edición del domingo 3 de marzo informamos del homicidio de cuatro hombres, en San Carlos de Alajuela, ocurrido dos días antes. La información se centró en la tragedia de la sangre vertida y no en otra, evidente, grotesca y directamente relacionada con los asesinatos.

“Separación forzada de novia sería móvil de cuatro homicidios”, dice el titular, como si se pudiera calificar de noviazgo la repugnante relación entre un hombre de 45 años y una niña de 13. La infante es víctima de violación a la luz de la legislación vigente y, más allá de la definición legal, el abuso ofende todo sentido de la moral. El texto publicado el domingo no lo reconoce como debe.

La tragedia de la pequeña es todavía mayor. Sufrió un embarazo infantil y tiene un niño de dos meses. El padre la trajo a Costa Rica desde Nicaragua, junto con el bebé y un hermano mayor de la pequeña. Los dos hombres fueron asesinados, así como un primo de la niña y el capataz de la finca donde todos trabajaban.

El violador, no hay otro calificativo además de asesino, siguió a sus víctimas hasta la finca ubicada a menos de cinco kilómetros de la frontera para llevarse a la niña y al bebé. Esa es la información manejada por la Policía, empeñada en esclarecer todos los detalles del caso. El homicida está en fuga.

Con razón, varias organizaciones preocupadas por la violencia de género nos reprocharon el tratamiento de la información. Ni se trata de un “noviazgo” ni la niña puede ser catalogada como “compañera” del asesino, como, desafortunadamente, hicimos. Es su víctima y omitimos señalarlo con la contundencia exigida por las circunstancias.

La línea editorial e informativa de La Nación se inspira en una comprensión muy diferente de la violencia de género y la desigualdad. Por eso, lamentamos todavía más, si cabe, el error cometido en este caso. Un medio de comunicación es un organismo complejo cuya materia prima, el acontecer noticioso, es por definición cambiante. No se trata de una industria donde se sepa, de antemano, los resultados precisos del sometimiento de determinados insumos a un proceso. Los periodistas comenzamos el día sin saber cuáles serán los insumos para el producto que ofreceremos. En el vertiginoso ciclo noticioso de la era digital, ya ni siquiera podemos hablar de “comenzar el día”, porque estamos dedicados a nuestras tareas prácticamente de sol a sol.

Lo dicho no es excusa, sino explicación de las razones por las cuales no podemos garantizar, aquí y ahora, la futura erradicación de desaciertos como el comentado. Eso no nos impide afirmar el propósito de evitarlos y la voluntad de reconocerlos. También es oportuno agradecer a los organismos especializados, en particular las instituciones representadas en la Comisión de Seguimiento del Sistema Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia contra las Mujeres y la Violencia Intrafamiliar, su oportuno llamado de atención.

La compleja naturaleza del trabajo informativo impide descargar la responsabilidad, en estos casos, sobre los hombros de un periodista en particular. Sería injusto hacerlo. Para comenzar, pasaría por alto la existencia de otros niveles de edición y fijación de políticas. En última instancia, la responsabilidad descansa en hombros de la dirección del periódico, llamada a establecer mecanismos para impedir tropiezos como este. Lo sucedido es materia para una rica discusión dentro y fuera de la sala de redacción. Es imperativo desarrollarla sin cortapisas, con honradez intelectual y propósito de mejora.