Editorial: Medidas vacuas

La conferencia de prensa del lunes contrastó con las expectativas creadas y sembró confusión donde debe primar la certeza, hasta donde sea posible, y con ella la seguridad.

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A fines de la semana pasada, el gobierno creó grandes expectativas para la conferencia de prensa del lunes, donde anunciaría una flexibilización de las medidas impuestas para controlar el contagio del coronavirus. Las advertencias sobre el carácter tentativo de los ajustes y la posibilidad de dar marcha atrás en caso de abuso alimentaron la impresión de estar a las puertas de un acontecimiento trascendental.

Llegada la hora, las autoridades anunciaron la preservación de las medidas adoptadas en las últimas semanas, salvo un puñado de cambios de poca importancia. La conferencia de prensa contrastó con las expectativas creadas y sembró confusión donde debe primar la certeza, hasta donde sea posible, y, con ella, la seguridad.

El gobierno anunció la apertura de teatros y cines con distanciamiento social y boletería o reserva electrónica, de lunes a viernes entre 5 a. m. y 7 p. m., es decir, autorizó la matiné, pero no en fin de semana. En el mismo horario, podremos alquilar bicicletas, si son sometidas a estrictos procedimientos de desinfección e higiene, y practicar deportes sin contacto, incluidas las clases de natación, mientras el aforo de las instalaciones se reduzca en un 75 %. En las mismas condiciones, podrán operar los gimnasios, pero con citas programadas y horario diferenciado para personas con factores de riesgo.

Para completar el primer paso de la “reactivación”, las autoridades autorizaron la apertura, los fines de semana entre 5 a. m. y 7 p. m., de salones de belleza y barberías, únicamente con cita previa y sin exceder el 50 % del aforo. El mismo trato recibieron las ventas de piezas y accesorios para automotores y los talleres de reparación de bicicletas. El alquiler de bicicletas se amplió al fin de semana y los estacionamientos podrán abrir en el horario citado, aunque buena parte de los vehículos no puedan circular y no haya adónde ir porque ni la matiné estará disponible los fines de semana.

La restricción vehicular, la suspensión del curso lectivo presencial, así como los cultos y misas, el cierre de fronteras, la suspensión de actividades masivas, la prohibición de visitar playas y zonas protegidas y “todo lo que no esté en la lista” se mantiene, para citar al presidente. En esa regulación, por exclusión está el segundo motivo de perplejidad.

El gobierno viene girando directrices de las cuales se olvida cuando promulga la nueva camada. Muchas disposiciones quedan en el aire, con seria duda sobre su derogatoria o vigencia. Otras son poco claras desde su concepción. Un ejemplo aleccionador es la reapertura de las clases de natación, entre semana, de 5 a. m. a 7 p. m. y con un 25 % del aforo. A tenor de lo dicho por el presidente, las piscinas deben seguir cerradas si no están dedicadas a la enseñanza de la natación. Su apertura no está en la lista, donde solo figuran las clases.

La edición anterior de las medidas sanitarias exigía el cierre de las piscinas, incluso las ubicadas en condominios residenciales, pero cuando se le preguntó el lunes al ministro de Salud, Daniel Salas, dijo que la decisión corresponde a las juntas directivas de esos condominios, a los cuales no se hace una sola alusión en las nuevas directrices.

¿Implica la apertura de las clases de natación la apertura de todas las piscinas? ¿Se mantienen cerradas las públicas, salvo para dar lecciones? Si la directiva de un condominio decide abrir, ¿debe respetar el mismo horario establecido para las clases de natación? El ejemplo es quizá tan intrascendente como los cambios anunciados el lunes, pero hay muchos otros igualmente claros.

No abogamos por más o menos apertura. Esas decisiones corresponden a las autoridades de salud, cuya buena labor durante la pandemia reconocemos una vez más. Abogamos por la claridad del mensaje precisamente porque el coronavirus es asunto de mortal seriedad.

Luego de días de anunciar una apertura bajo advertencia de estricto acatamiento de las disposiciones restantes, el gobierno planteó una lista cuya vacuidad solo es perceptible para el lector cuidadoso. Muchos tendrán todavía la impresión de un verdadero relajamiento, seguramente a consecuencia de la disminución del peligro. Esa sensación de falsa seguridad puede costar vidas. En la misma conferencia de prensa, el ministro advirtió sobre la posibilidad de sufrir 52.628 infecciones a mediados de julio y expresó la esperanza de limitarlas a 1.300 con los controles adecuados. Sean cuales sean esos controles, y seguramente cambiarán con el tiempo, el gobierno solo podrá sostenerlos si su mensaje es claro y convincente. La conferencia del lunes no contribuyó a lograrlo y ni siquiera vertió luz sobre las disposiciones vigentes, salvo las más obvias.

Si los leves ajustes se juzgaron necesarios, pudieron hacerse sin aspaviento. Ahora, sectores decepcionados y hasta hace poco silenciosos, reclaman la liberalización con que soñaban desde finales de la semana pasada. Son reclamos comprensibles, y esa es razón de más para no avivarlos con falsas esperanzas. Esa no era la intención del gobierno, que no necesita más presiones, pero a eso condujo la conferencia de prensa del lunes.