Tres noticias de los últimos días han sido positivas y estimulantes para el fortalecimiento de nuestra vinculación al sistema internacional de comercio: la terminal de contenedores de Moín (TCM) al fin pudo conectarse a una red eléctrica de alta tensión, lo cual facilitará sus actividades; la Policía de Control de Drogas (PCD) decomisó 1,5 toneladas de cocaína gracias a la puesta en operación de escáneres —aún parcialmente— en el megapuerto; y la naviera estatal china Cosco abrió el primer servicio regular de carga Moín-Shanghái, que acortará el tiempo de viaje para nuestras exportaciones a esa ciudad de entre 34 a 40 días a 22 o 23.
Estos logros son el resultado de un trabajo conjunto, en el que han participado, entre otras, autoridades de Comercio Exterior, Hacienda, el Instituto Costarricense de Electricidad y la PCD. También hay que tomar en cuenta las gestiones del sector privado interesado en mejorar su competitividad. Pero el eje donde confluyen todos estos esfuerzos, y desde el cual se generan directamente los efectos más tangibles, es la TCM, que cada día se acerca más no solo a los compromisos adquiridos con nuestro Estado al obtener la concesión, sino también al objetivo mayor de convertir a Moín en un epicentro logístico con proyección más allá de Costa Rica, hacia otros puntos del Caribe y Centroamérica.
En nuestra edición del miércoles, el gerente de operaciones de APM Terminals, Enrique del Águila, declaró superada la “curva de aprendizaje” de sus primeros siete meses de funcionamiento, durante los cuales se produjeron apagones, retrasos en las operaciones, presas de camiones, disputas sobre la entrada en operación de los escáneres y quejas de los exportadores por lo anterior y por lo que consideran tarifas muy elevadas. Del Águila resalta que los niveles de efectividad y producción han alcanzado “prácticamente todos los parámetros” exigidos en el contrato de concesión. Entre otros logros, destacó la capacidad de atender un navío cada 10 horas, para un total de 26 movimientos de contenedores en ese tiempo contra 20 en febrero. La capacidad óptima será de 40 movimientos en una etapa futura.
Sobre las tarifas, es difícil emitir criterio. Cuanto más bajas, mejor, por supuesto, pero lo fundamental es que se respete el contrato mediante el cual APM obtuvo la concesión exclusiva y sin competencia en el manejo de contenedores, y que las autoridades reguladoras velen celosamente por su estricto cumplimiento.
Más allá de lo anterior, es necesario que el gobierno y la operadora concentren todos los esfuerzos en conseguir que, gracias a la mayor capacidad, eficiencia y flexibilidad de APM, Moín sea un detonante para crear un corredor logístico que se pueda extender no solo hacia nuestros dos vecinos inmediatos, sino también a otros destinos centroamericanos y caribeños. Para esto, es clave modernizar los puestos aduaneros fronterizos, como lo establece el compromiso de facilitación del comercio, en particular Tablillas, con Nicaragua, y Sixaola, con Panamá. Hasta ahora, sin embargo, una serie de trabas interinstitucionales han limitado el avance; además, la crisis política nicaragüense se ha vuelto un obstáculo para los flujos comerciales. Esto último no podemos controlarlo, solo administrarlo, pero la modernización fronteriza es, estrictamente, un reto nacional. A lo anterior se añade la necesidad de acelerar la ampliación de la ruta 32, particularmente entre Río Frío y Limón.
Una integración logística de esta índole se convertiría, de manera directa, en generadora de ingresos y empleo, además de facilitar la productividad y competitividad de nuestro sector exportador. Es algo factible, que ya está en marcha. El reto es aumentar la velocidad y pensar en grande.