Editorial

Editorial: La muerte de ‘M’

La tragedia de la niña turrialbeña debería ser punto de partida de una campaña contra la indiferencia, más que contra la agresión. El Dr. Marco Vargas, quien la atendió y la vio morir, escribió: ‘Sus piernas, hechas para jugar y correr detrás de flores y mariposas, habían sido rotas’.

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Marco Vargas, director de la Unidad de Trauma del Hospital Nacional de Niños, es un hombre sensible y, por eso, valiente. Si no lo distinguiera el valor, su demostrada compasión le dificultaría desempeñarse en un cargo donde es testigo, cada año, de al menos dos muertes infantiles por maltrato de progenitores y custodios. Al dolor de la muerte se suma el sufrimiento de incontables sobrevivientes, marcados para toda la vida por las secuelas emocionales de la agresión, cuando no por una discapacidad física.








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