El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), cuyas finanzas no fueron preocupación mientras careció de competidores, ahora muestra pérdidas crecientes. Hubo “números en rojo” durante los últimos tres años, admiten sus voceros. Como la información financiera de la entidad se mantiene en relativo secreto, es difícil para los ciudadanos —sus dueños teóricos— conocer con detalle las causas del pobre desempeño y, por tanto, cómo enfrentarlas.
El ministro de Ambiente y Energía, Carlos Manuel Rodríguez, informó de que la presidenta ejecutiva, Irene Cañas, anunciará este mes las medidas acordadas para pasar del rojo al negro y adelantó que el conjunto de acciones se centrarán en recortar gastos fijos y renegociar las deudas de la institución. No se considera la posibilidad de elevar las tarifas a los consumidores, pues eso afectaría aún más la competitividad de muchas actividades económicas que hacen uso intensivo de la electricidad.
El recorte y control de gastos —muchos de los cuales pueden consistir en salarios y cargas sociales— es necesario y no solo debe practicarse con los de naturaleza fija, que no dependen del nivel de producción, sino también con los variables si han contribuido a debilitar las finanzas empresariales. Una serie de gastos fijos del ICE la constituyen las depreciaciones de plantas y otros activos que, inicialmente, ofrecieron a la entidad economías de escala y es poco o nada lo que se puede hacer por bajarlos. Pero el control de la planilla es una medida prometedora.
También mencionan las autoridades que el costo de la deuda del ICE, en un alto porcentaje (85 %) denominada en dólares, se ha elevado con las devaluaciones periódicas del colón. En el 2018, las pérdidas cambiarias ascendieron a ¢121.714 millones, informó Jesús Orozco, gerente corporativo financiero de la institución.
Pero debemos tener presente que lo descrito es normal, pues, al asumir compromisos financieros, el ICE debió escoger entre endeudarse en dólares, a tasas de interés relativamente bajas, pero con riesgo cambiario, o hacerlo en colones a tasas más altas. En general, la primera opción ha resultado más favorable. Por tanto, la entidad no debe considerar que la devaluación —que en los últimos años ha sido inusualmente baja— le haya perjudicado. Una “revaluación” del colón habría sido bien recibida, pues habría deparado utilidades inesperadas, pero la materia cambiaria y su incorporación a la programación financiera no debe ser vista como una apuesta.
Renegociar la deuda puede ser una atractiva opción si contribuye a aliviar problemas de liquidez y, sobre todo, si se consigue la reducción de las tasas de interés aplicadas a los préstamos.
Pero, al parecer, los problemas de la institución requieren reformas estructurales, pues, como señaló el ministro Rodríguez, “la descentralización de la generación de energía hace que el ICE vaya perdiendo clientes con el tiempo, pero mantiene intactos sus costos fijos”. Esto debe ser analizado con mucho cuidado porque el ICE tiene la posibilidad de exportar energía eléctrica al resto de Centroamérica, y si no logra hacerlo a precios competitivos, pese a contar con plantas hidroeléctricas de gran tamaño, que ofrecen economías de escala, será porque entre sus gastos y costos existen partidas de baja contribución económica.
Esperamos con ansias la información oficial de las medidas concretas que se tomarán, no solo para que el último renglón de sus estados de ganancias y pérdidas pasen del rojo al negro (es decir, de déficit a utilidad), sino para que se reduzca el costo de la electricidad, por su influencia en la competitividad de las empresas domésticas, sean exportadoras o competidoras con importaciones, y en el costo de vida de las familias costarricenses.