Mientras el ministro de Salud, Daniel Salas, calificaba setiembre como “uno de los meses más complicados” y daba datos de contagios y muertes para respaldar la hipótesis, Néstor Mattis, alcalde de Limón, se mostraba indignado por las aglomeraciones en las playas Bonita y Piuta durante el fin de semana. Sin mascarillas, distanciamiento físico y medida alguna para evitar contagios, la población llenó las playas indiferente completamente hacia la emergencia sanitaria.
Lo sucedido en Limón ocurre esporádicamente en el resto del país y no en todos los cantones hay un alcalde dispuesto a llamar al orden con tanta vehemencia. Quizá el reclamo de las autoridades locales llegue hasta donde la voz del ministro ya no causa el impacto deseado. Según Salas, si la población y las municipalidades se comportan con responsabilidad, es posible comenzar a disminuir el pico de contagios en mes y medio. Si la gente se comporta como el fin de semana en Piuta y Bonita, la situación se prolongará hasta fin de año.
Ninguno de los dos escenarios es alentador. Mes y medio a este ritmo, con unos 50.000 contagios y 500 muertos como punto de partida, es un escenario espeluznante, pero parece prácticamente inevitable. El mensaje del ministro es que podría ser mucho peor si se mantienen los comportamientos criticados por el alcalde limonense. Prolongar el pico hasta fin de año implicaría cientos de muertes adicionales.
Al enojo de Mattis debería sumarse el resto de autoridades locales, pero algunas más bien han opuesto resistencia a las directrices del Ministerio de Salud. “No había ninguna actividad formal autorizada, solo irresponsables”, dijo el funcionario limonense preocupado por la amenaza sanitaria y también por sus implicaciones económicas, pues si el comportamiento de la población intensifica el brote, la alerta del cantón podría pasar a naranja, con nuevas y costosas limitaciones.
“Como gobierno local no vamos a permitirlo. Estamos convocando una reunión urgente con el Ministerio de Salud y la Fuerza Pública para tomar acciones correctivas. Este tipo de comportamientos irracionales no pueden ser tolerados en una pandemia”, agregó el alcalde con decisión digna de ser imitada.
El ministro atribuye el divorcio entre las alarmantes estadísticas y el comportamiento de amplios grupos de la población a la fatiga o desgaste causados por meses de pandemia. El transcurso de tanto tiempo obliga también a replantear el modelo de contención de la enfermedad para armonizarlo con la mayor cantidad posible de actividad económica. Justo estamos al inicio de la nueva etapa de apertura y los acontecimientos en Limón y otras zonas del país, incluidas áreas muy pobladas de la capital, presagian tiempos muy difíciles.
En Limón, la dirigencia promete involucrar a la Cámara de Turismo, la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica y otras instituciones para hacer conciencia del peligro y la necesidad de protegerse. Quizá el traslado de una parte del esfuerzo de comunicación a las autoridades locales sirva para refrescar el mensaje y recuperar su eficacia. Hay iniciativas similares en otros cantones, pero el Ministerio de Salud debe ponerse al frente para coordinarlas y asegurar la ejecución.
La fatiga de los meses transcurridos afecta también al método utilizado hasta ahora de manera preponderante para comunicarse con la población. Las conferencias de prensa, insistimos, ameritan una profunda revisión y la creación de mecanismos complementarios. La molestia de Mattis, otros alcaldes y dirigentes comunales puede ser canalizada en procura del escenario menos malo, porque el bueno no parece estar a nuestro alcance.