Jay K. Varma, epidemiólogo especialista en prevención y control de enfermedades infecciosas emergentes, como ébola y covid-19, conoce la realidad sanitaria de Nueva York como la palma de su mano. Por eso, fue asesor del alcalde Bill de Blasio en la lucha contra la pandemia y organizó los programas de pruebas, rastreo y vacunación. Esa es la razón por la cual vale la pena escucharlo cuando propone a su ciudad como una ventana por donde asomarse para atisbar el futuro con ómicron.
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La variante, dice, está causando un dramático incremento de casos entre vacunados y no vacunados. En pocas semanas, será la cepa dominante y, para resaltar la importancia de esa aseveración, recuerda los meses requeridos por la variante delta para establecer su dominio, ahora a punto de pasar a ómicron.
En Londres, centro financiero hermano de Nueva York, el primer ministro Boris Johnson describió la propagación de la nueva variante como un maremoto. El número de infectados se duplica cada dos o tres días en el Reino Unido y se estiman en 200.000 los nuevos casos diarios, cuando en mayo el país había tomado la delantera mundial con solo 2.200.
En el respetado criterio de Varma, la gran incógnita no es si ómicron se extenderá como el fuego con el viento a su favor, sino si la gran cantidad de casos se traducirá en gran número de hospitalizaciones y muertes. El científico cree posible evitarlo en tanto las autoridades y el público adopten las medidas adecuadas.
Varma enfatiza la necesidad de mantener las políticas de prevención vigentes, como el uso de mascarillas, evitar aglomeraciones, procurar la buena ventilación y, sobre todo, acelerar las campañas de vacunación, especialmente las terceras dosis. “Mientras ómicron significa que es inevitable tener un gran número de infecciones con coronavirus, las vacunas significan que sufrir el correspondiente gran número de hospitalizaciones y muertes es optativo”.
Para comenzar, el experto pide redefinir el concepto de “totalmente vacunado”, alcanzado cuando la persona cumple dos semanas desde la segunda dosis. Varma propone restringir la categoría a quienes se aplican dos dosis y una tercera de refuerzo. Solo entonces se está totalmente vacunado, lo cual no implica la imposibilidad de infectarse y transmitir el virus, pero sí una protección robusta contra la enfermedad grave y la muerte, con el efecto benéfico adicional de preservar la capacidad hospitalaria.
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El epidemiólogo también se une al clamor de sus colegas para mejorar el acceso a pruebas, especialmente las rápidas y fáciles de hacer. En esa materia, Costa Rica ha estado a la zaga desde el comienzo de la pandemia, pese a su eficaz reacción en otros aspectos de la lucha contra la enfermedad.
Pero la clave del artículo publicado en The New York Times por el estratega de la respuesta neoyorquina es la probada utilidad de la exigencia de vacunación en los centros de trabajo y los programas de verificación de vacunas para ingresar a sitios cerrados, como gimnasios, restaurantes y bares. Son métodos como el código QR, empleados en todo el mundo para mantener los negocios abiertos y minimizar los efectos inevitables de la nueva embestida de la pandemia.
En Costa Rica, un juzgado contencioso-administrativo dictó el 12 de noviembre una medida cautelar provisionalísima contra la obligatoriedad de verificar la vacunación. Todavía no ha resuelto si la medida se mantiene. Con esa incertidumbre, el gobierno no sabe si será necesario adoptar medidas alternativas. La mora judicial, en este caso, puede salir cara. Los plazos de ómicron son verdaderamente perentorios.