La Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), subsidiaria del Grupo ICE, la cual abastece de energía eléctrica a 563.000 abonados de la Gran Área Metropolitana, por quinto año consecutivo cierra en números rojos. En el 2018, la pérdida fue de ¢14.573 millones, equivalentes a alrededor de un 4 % de los ingresos del período.
Según la Contraloría General de la República (CGR), los problemas de la CNFL se originan en deficiencias de planificación y en un creciente endeudamiento. Lo primero se puede ilustrar con los fracasos de la planta eólica y Balsa Inferior, cuyos costos se calcularon en $21 millones y $75 millones, respectivamente, pero se elevaron a $54 millones y $361 millones. Como se observa, se trata de desvíos notables.
La deuda de la entidad crece con el tiempo y ronda en la actualidad el 50 % del valor de sus activos, que son relativamente altos para una empresa que compra más energía de la que produce. Como buena parte de la deuda está en dólares y las ventas a los clientes residenciales se cobran en colones, la devaluación de la moneda local eleva el costo del endeudamiento de la CNFL. Como informamos el 15 de abril, “los estados financieros de la entidad muestran que, en los últimos cinco años, el gasto financiero se duplicó, al pasar de ¢15.898 millones, en el 2014, a ¢30.477 millones, el año pasado”.
El asumir deuda en moneda extranjera no es malo per se, sobre todo, cuando las tasas de interés son bajas. Tampoco devaluaciones, como las observadas en los últimos meses y años, significaron grandes pérdidas.
El problema de la Compañía, como indicó la Contraloría en su informe Evolución Fiscal y Presupuestaria del Sector Público 2018, radica en fallas en el planeamiento, el endeudamiento y la gestión. Sobrecostos como los mencionados en el caso del parque eólico y Balsa Inferior no deben ser trasladados a las tarifas, pues incrementarían el riesgo moral. La Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep), con justa razón, se ha negado a aumentar las tarifas a los abonados porque la solicitud se deriva de una “gestión inadecuada desde su inicio, pues los estudios de prefactibilidad y de factibilidad se basaron en diseños iniciales de obras sin análisis detallados".
La CNFL también enfrenta, a corto plazo, potenciales problemas de refinanciamiento de su deuda, pues en el período 2020-2023 mucha de esta se vencerá. Lo que procede es tener presente que una cosa son los problemas de solidez y otra, los de liquidez. Una empresa sólida, generadora de utilidades razonables, no suele encontrar obstáculos para reestructurar, en condiciones favorables, sus pasivos. Pero una, como la CNFL, con una débil gestión técnica y pérdidas año tras año, se arriesga, incluso, a verse obligada a pagar tasas de interés superiores.
El asunto está claro. Por ahora, la Compañía Nacional de Fuerza y Luz no está en posición crítica, pero sus accionistas, Junta Directiva y gerencia general deben poner las barbas en remojo y mejorar el manejo de la empresa, que por tantos años ha suplido servicios de energía eléctrica a una buena parte de la población. De ser necesario, deberá recurrir a una asesoría externa especializada en la materia para que le ayude en la elaboración de un diagnóstico y en la formulación de un plan de acción correctivo. Todavía está a tiempo.
Las dificultades de la CNFL se unen a las que otras empresas estatales han mostrado en el pasado reciente, como Radiográfica Costarricense (Racsa), propiedad también del Grupo ICE, y la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope). Las autoridades superiores deben reconocer que situaciones como estas no deberían ocurrir y, en consecuencia, actuar de conformidad por el bienestar colectivo.