Los intermediarios financieros son empresas altamente apalancadas, pues el patrimonio es una pequeña fracción de los activos que administran. Una elevada proporción del activo bancario es financiada con deuda, como son los depósitos a la vista y a plazo captados del público. Además, son transformadoras de plazos, pues en general captan a períodos inferiores que los concedidos a los receptores de crédito. Por eso, son objeto de regulación prudencial y se espera el máximo cuidado en sus actuaciones.
La Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) acaba de someter a pruebas de tensión (estrés) a las 16 entidades financieras más grandes del país por monto de activos para observar cómo se comportarían la suficiencia patrimonial y la liquidez en un entorno adverso. En este tipo de pruebas, se simula un escenario tenso para la banca, con contracción económica, aumento significativo de las tasas de interés y el tipo de cambio, y retiros inusuales de fondos por los ahorrantes.
Tan convenientes son las pruebas de estrés que, como ejercicio administrativo, las propias entidades reguladas deben realizarlas de tiempo en tiempo, sin imposición de las autoridades, pues permiten adoptar, con anticipación, acciones correctivas cuando sea necesario.
Según la Sugef, las entidades analizadas aprobaron las pruebas, lo cual quiere decir que su suficiencia patrimonial (relación entre el patrimonio y los activos ponderados por riesgo) se mantuvo por encima del nivel exigido por la normativa. En lo relativo al calce de plazos entre activos y pasivos, no es improbable que el ejercicio haya reflejado potenciales dificultades para algunos intermediarios, pero pueden, en caso de necesidad, recurrir a la figura de prestamista de última instancia, mediante la cual el Banco Central descuenta títulos de sus carteras.
La pandemia sumió en problemas a muchas empresas, particularmente a las del sector turístico y del entretenimiento. Las entidades financieras acreedoras se han visto obligadas a reestructurarles operaciones y elevar las reservas para atender un posible aumento de la morosidad. Este tipo de análisis suele ser parte de las pruebas de tensión y, por eso, es satisfactorio el comentario del presidente del Banco Central de Costa Rica, Rodrigo Cubero, en cuanto a que “el sistema financiero está en una posición sólida para enfrentar los choques de la pandemia en términos de suficiencia patrimonial”.
Sin embargo, no está claro cuánto durará la pandemia de la covid-19 ni qué impacto tendrá en el aparato productivo e, indirectamente, sobre el sistema financiero. Por tanto, es recomendable que los intermediarios —bancos, cooperativas de ahorro y crédito, y entidades financieras de carácter no bancario— se abstengan de repartir dividendos durante la emergencia y, más bien, se propongan operar con índices de suficiencia patrimonial holgadamente superiores al 10 % exigido por la normativa. Mientras trabajen de esa manera, los depositantes mantendrán la confianza en ellos y no habrá motivo para retirar depósitos.
Mas también es necesario redoblar esfuerzos para obrar con eficiencia, seleccionado bien a los clientes, ajustando la concesión de créditos a las posibilidades de pago de los deudores, controlando gastos y, de ser posible, obteniendo utilidades para aumentar el “colchón de seguridad” representado por el patrimonio institucional.
Una reapertura gradual y controlada desde la perspectiva de la salud pública ayudará al sector productivo a retomar la senda del crecimiento, a generar pagos de salarios y de servicios a proveedores, lo cual constituirá una excelente noticia para todos los actores, incluidos la banca comercial y el fisco, cuya recaudación volverá a crecer. Por ahora, celebramos que las entidades financieras hayan aprobado las pruebas de estrés de la Superintendencia General de Entidades Financieras.