Editorial: Balance, retos, legado y visión

Por segundo año consecutivo, el informe presidencial se produce en el contexto de una emergencia. Coincidimos plenamente con el imperativo de la estabilidad económica y el acuerdo con el FMI.

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En dos ocasiones consecutivas, el presidente, Carlos Alvarado, ha debido presentar su rendimiento de cuentas anual, ante la Asamblea Legislativa y el país, durante una auténtica emergencia nacional. En la primera, el pasado año, la pandemia de la covid-19 había causado graves estragos sanitarios, económicos y, por supuesto, humanos. La incertidumbre sobre su desarrollo era casi total. Pero a esas alturas, el enorme incremento en el desempleo, la paralización de actividades, la caída en la recaudación fiscal y la necesidad de canalizar recursos públicos hacia los servicios de salud y el apoyo social eran ya suficientes para predecir una enorme crisis. Alvarado definió entonces ese alineamiento de golpes como «el desafío más grande de nuestra generación».

El desafío se mantiene. Incluso, como es notorio, los contagios, las hospitalizaciones y la saturación de las unidades de cuidados intensivos son mayores que nunca, a pesar de un previsor incremento en la capacidad de atención. Es decir, desde el punto de vista sanitario, estamos pasando por el peor momento. No sabemos por cuánto tiempo se mantendrá, algo que estará relacionado con los cuidados, las restricciones y el ritmo de la vacunación.

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La buena noticia es que, durante poco más de un año en emergencia, hemos logrado mantener una cierta estabilidad económica, la paz social no se ha quebrado, el desempleo, que se disparó en los inicios de esta crisis al 24,4 %, ha bajado al 18,5 %, y aunque las empresas han recibido golpes enormes, para muchas irresistibles, el aparato productivo mantiene cierto vigor. Esto es particularmente notorio en el crecimiento de las exportaciones y la inversión extranjera directa.

Es con este panorama como trasfondo que, en su discurso, Alvarado desarrolló cuatro líneas esenciales de argumentación.

Una, que por su urgencia es la más apremiante, se enfocó en la estabilidad macroeconómica y la necesidad imperiosa de aprobar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), junto con su agenda de implementación, y una serie de proyectos encaminados hacia la reforma del Estado. Su visión sobre el desafío generacional clave mencionado hace un año cambió ahora, y se reflejó así: «No avanzar en esta agenda es el riesgo más inminente y grave que se cierne sobre Costa Rica». Es una visión que compartimos plenamente, y que demandará, para llegar a buen término, grandes cuotas de responsabilidad y de capacidad negociadora del Ejecutivo y el Legislativo.

Otra línea, en apoyo de la anterior, fue un repaso de retos y problemas —con énfasis en lo fiscal— acumulados durante muchos años, ante los cuales el sistema político costarricense, no obstante su dispersión legislativa y la debilidad política del gobierno, ha logrado rendir frutos significativos durante su administración. Entre ellos están cuatro reformas clave: la fiscal, el reglamento legislativo, la ley orgánica del Instituto Nacional de Aprendizaje y el derecho de huelga, y la agenda de entrada a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cuyo tratado de adhesión es un hecho que será ratificado pronto en primer debate. La mayoría de las reformas de fondo que faltan, particularmente la ley de empleo público, están vinculadas a las negociaciones con el FMI. También en esta línea temática la visión presidencial fue balanceada y, esencialmente, acertada.

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El tercer pilar fue el más tradicional en este tipo de discursos: un recuento de logros atribuidos al Ejecutivo o a la vinculación de este con otros actores. Es un ámbito en que las diferencias de criterio aumentan. Mencionamos dos que consideramos fundamentales:

Discrepamos, por ejemplo, de su visión en torno a la educación, un área sin duda esencial para nuestro bienestar, pero que, lejos de mejorar, se ha debilitado sustancialmente, y da alarmantes señales de parálisis e ineficiencia. En vista de sus problemas estructurales y de fondo, no bastará con más inversiones en aulas o redes; se necesita una reingeniería completa, que hasta ahora ha topado con la falta de método y debilidad de gestión del Ministerio y sus jerarcas, y con el rechazo de los gremios magisteriales.

En cuanto a salud, sin duda el esfuerzo realizado desde el andamiaje de nuestro sistema de atención primaria, secundaria y terciaria ha rendido frutos puntuales, pero está pendiente la gran asignatura de la eficacia, eficiencia y transparencia de la Caja Costarricense de Seguro Social, sus costos, su gobernanza y las fuentes de financiamiento.

Reconocemos, por otra parte, los exitosos esfuerzos en infraestructura y en mejorar el desempeño del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y la precisión de la política social.

Finalmente, el presidente se refirió a la visión para los próximos años, con un horizonte que incluye estabilidad macroeconómica, mejora paulatina de las finanzas públicas, tren eléctrico metropolitano e interconexión en el transporte público, bilingüismo total en la educación pública, culminación del proceso de descarbonización en el 2050 y, mucho antes, «a más tardar» en el 2030, la eliminación de la pobreza extrema. Fue la parte del sueño, estimulante, pero sobre todo desafiante. ¿Será alcanzable? Es posible; sin embargo, solo si nos focalizamos adecuadamente como país, en una estrategia que permita tomar adecuadas decisiones. Esto dependerá, esencialmente, de mejorar la gestión política y administrativa, aunque las responsabilidades se extienden a todos los sectores sociales, especialmente los que tienen capacidad de producir, invertir, decidir (para bien) o bloquear (para mal).

Es un camino que, así como está abonado de buenas intenciones, lo estará también de obstáculos y diferencias agudas, es decir, padecerá múltiples turbulencias. Para sortearlas, es preciso tomar en cuenta dos referentes planteados por el presidente Alvarado: seguir principios, pero basar la acción «en información rigurosa, datos, historia y creatividad, no en camisas de fuerza ideológicas y dogmas», y, «aun en el debate acalorado», que sin duda lo será más en los próximos meses, buscar «la sinergia entre el Legislativo y el Ejecutivo». Esto, que lo dijo en relación con el cuatrienio que ha entrado en su último año, será conveniente tenerlo en cuenta siempre.