Divergencia en tasas internacionales de interés

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) comenzarán muy pronto a mover sus políticas monetarias en direcciones opuestas

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Los dos principales bancos centrales del mundo –La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE)– comenzarán muy pronto a mover sus políticas monetarias en direcciones opuestas, incluidas las tasas de interés. La Fed empezará a subirlas y el BCE a bajarlas. Esa divergencia se sentirá, probablemente, en el comportamiento de algunas variables financieras y monedas nacionales. Los países en desarrollo, incluido el nuestro, deberán seguir los cambios con atención y, de ser posible, anticipar los movimientos.

Janet Yellen, cabeza de la Fed, declaró recientemente ante un comité del Congreso de Estados Unidos su inclinación a empezar a subir las tasas de interés en la próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto, programada para el 15 y 16 de diciembre. El fundamento de la posible decisión es el crecimiento real y potencial de la economía estadounidense, estimado este año en un 2,6% y en un 2,8% para el 2016. Aparejado a la mayor expansión, está la generación de nuevos empleos (211.000 creados en noviembre) y la reducción de la tasa de desempleo abierto, actualmente un 5% de la fuerza laboral (10% en el peor momento de la crisis), y el incremento acumulado de los salarios reales este año, de un 2%, entre otros factores.

Todos esos elementos apuntan al mejoramiento de la economía, la necesidad de normalizar la política monetaria y empezar a ajustar las tasas de interés. Según Yellen, ese ajuste sería como un bautismo oficial de la nueva etapa de recuperación. Pero el bautismo llevaría el nombre de moderación. La funcionaria también señaló las razones por las cuales el eventual ajuste será moderado, durante un período de tiempo prolongado.

Una razón es, precisamente, la divergencia no solo con las políticas monetarias del BCE, sino también con la tasa de crecimiento (promedio) de la producción en la Unión Europea, mucho más aletargada que la de los EE. UU., que afecta las exportaciones estadounidenses. Ese factor de crecimiento real se relaciona también con la fortaleza de las respectivas monedas, especialmente con la apreciación del dólar frente al euro. En el transcurso de este año, el dólar se ha apreciado alrededor de un 9% frente a una canasta representativa de monedas, y eso preocupa no solo a la Fed sino también a otros sectores por su posible efecto sobre la competitividad de las exportaciones y el proceso de recuperación.

En la Unión Europea, las condiciones económicas subyacentes son muy distintas. En el 2013 se experimentó una recesión (-0,3%) según el FMI, para salir en el 2014 con una tasa de crecimiento promedio positiva, pero moderada (0,9%), y las expectativas son que este y el próximo año el crecimiento ronde el 1,5% real. Ese ritmo será insuficiente para mejorar el empleo, pues consumidores y empresarios han sido parsimoniosos con el gasto y la inversión. Además, la inflación ha sido demasiado baja (0,1% en el 2015) y el temor es que, asociada con el bajo crecimiento, pueda conducir a una recesión. Por esa razón, el BCE considera necesario emular las políticas acomodaticias de la Fed, bajar sus tasas de interés para presionar a la baja las que son a corto plazo, y emprender su propia versión del quantitative easing (compra directa de activos públicos y privados) para influir en la caída de las tasas a largo plazo, muy importantes para el financiamiento y estímulo de la producción.

El jueves de la semana pasada, el presidente del BCE, Mario Dragui, anunció un nuevo paquete de estímulos. Para disuadir la acumulación de efectivo de la banca comercial en las bóvedas de la banca central y estimular el uso de esos recursos ociosos para préstamos productivos, decidió incrementar el valor negativo de las tasas aplicables a esos depósitos, de un -0,2% a -0,3%; es decir, en vez de pagar por sus depósitos, les cobra un canon para que los banqueros busquen oportunidades de colocar activos en operaciones de consumo y producción. Además, decidió posponer por seis meses más la compra de títulos gubernamentales y privados con el objetivo de incrementar la demanda, presionar sus precios al alza y disminuir la rentabilidad efectiva ( yield ) de los títulos a largo plazo con el fin de estimular la compra de otros activos y acciones en las bolsas de valores. Ese programa, según los críticos, iba orientado en la dirección correcta, pero resultó insuficiente frente a las expectativas del mercado. Como consecuencia, las bolsas cayeron y el euro se recuperó un poco frente al dólar, subiendo de 1,06 a 1,09 dólares por euro, efecto contrario al originalmente buscado. En las próximas semanas o meses se sabrá si esos movimientos se sostienen y se podrá valorar la efectividad de las medidas.

Independientemente de lo anterior, está claro que las políticas monetarias de la Fed y el BCE mantendrán su divergencia por un período de tiempo prolongado. Eso podría causar algunos problemas. Según Mohamed A. El-Erian, asesor económico principal de Allianz, la matriz corporativa de Pimco, la falta de coordinación entre los principales bancos centrales del mundo, donde cada uno defiende su propia economía, puede dar origen a cambios en las cotizaciones de las monedas, volatilidad en las bolsas de valores y salidas abruptas de inversionistas de ciertos activos internacionales.

Algunos de estos acontecimientos no tendrían gran repercusión en nuestro medio financiero por la escasa interconexión de nuestra bolsa de valores con las del exterior. Pero la eventual volatilidad de las monedas frente al dólar sí es un elemento relevante, al igual que el eventual derrame del alza en las tasas de interés en nuestro mercado local. Afortunadamente, las condiciones macroeconómicas actuales han mejorado (con excepción de lo fiscal). Hay estabilidad de precios, las tasas de interés han venido bajando y pueden reducirse aún más, la tasa de crecimiento real ha venido expandiéndose según el índice mensual de actividad económica (IMAE), el tipo de cambio se encuentra en una zona de confort, según el Banco Central, y las reservas monetarias internacionales se ubican en un nivel muy confortable ($7.924 millones).

En tales circunstancias, eventuales ajustes en las tasas de interés en EE. UU. serían parcialmente compensados por las bajas tasas que prevalecerían en la Unión Europea, por la propia inclinación de la Fed de hacer el cambio gradualmente y por el hecho de que en Costa Rica las tasas pasivas aún son muy altas y la diferencia entre ellas y las internacionales no solo es holgada sino que da margen para una reducción adicional en el país. Y desde el ángulo de los movimientos de capital, el nivel de reservas y la existencia de un régimen cambiario flexible permitirían realizar ajustes sin provocar cambios abruptos en las variables reales y financieras. Sin embargo, nunca deben subestimarse otros riesgos imprevistos que no faltan en la economía. Para estar completamente blindados, debería resolverse el problema fiscal, la pata rota del banco macroeconómico. Desafortunadamente, seguimos renqueando en la solución del déficit presupuestario. Es hora de entrarle al tema con mayor visión y determinación.