Desde hace años la recolección del grano de oro no se hace plenamente con mano de obra nacional, como fue el caso hace unas cinco décadas. Los jóvenes de zonas donde se cultiva el café prefieren dedicarse a otras actividades en la época de vacaciones. Eso obliga a los propietarios de cafetales a utilizar mano de obra extranjera, en particular indígenas panameños que se mueven de una zona a otra siguiendo la maduración del grano. En muchos casos, son familias enteras que se trasladan a Costa Rica en la época de cosecha.
Como regla, los recolectores de café no han tenido acceso a los seguros de salud y pensiones ofrecidos por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), como ocurre en otras ocupaciones. Eso no solo demuestra una debilidad de la cobertura. También deja el sinsabor de que en el proceso productivo del café costarricense opera una dosis de explotación. Por eso es bienvenida la iniciativa bajo estudio de la Gerencia Financiera de la CCSS para elaborar un reglamento aplicable al futuro aseguramiento de los recolectores de café.
En efecto, como informamos recientemente (“75.000 recolectores de café serán asegurados”, 12/1/2018), la Caja prevé tener lista una medida de ese tipo para ponerla en vigor con la cosecha que comienza en agosto próximo. El reglamento dejaría en manos del Instituto Costarricense del Café (Icafé) la responsabilidad de presentar una planilla única a la CCSS.
Si bien en los seguros sociales de la CCSS no suele darse la selección adversa (es decir, el aseguramiento de quienes presentan mayor riesgo que el promedio utilizado de base para el cálculo de tarifas), en el caso que nos ocupa sí podría darse ese fenómeno, por lo que se hace necesario plantear muy bien las condiciones de aseguramiento de los recolectores de café.
En efecto, en los seguros administrados por la CCSS, típicamente sociales, la protección se brinda a grandes grupos, lo cual dota de estabilidad a los flujos de pagos y gastos en que incurre la institución. Como el criterio de aseguramiento se basa en pertenecer a un grupo ocupacional, y la gente no se emplea solo con el interés de tener acceso al seguro, entonces no opera la selección adversa, como sí podría ocurrir en los seguros de enfermedad típicamente privados. Sin embargo, en el aseguramiento que nos ocupa, que normalmente es por corto plazo, sí podría darse selección adversa si extranjeros con indicadores de salud por debajo del promedio utilizado para efectos actuariales por la CCSS optaran por dedicarse a la recolecta de café como forma de tener acceso a nuestros servicios de salud.
Si en esto operara selección adversa, las finanzas de la CCSS se deteriorarían más, pues los ingresos por primas de protección serían inferiores a los gastos por indemnizaciones del nuevo grupo de asegurados. Eso obliga a ser muy cuidadosos al definir las condiciones del seguro ofrecido a los recolectores de café y hasta procede tratarlo como un plan piloto, con registros contables separados del resto de la CCSS, hasta asegurar que el esquema es financieramente autosuficiente.
Hace algunas décadas, un país europeo debió suspender un modelo de seguro de salud gratuito que, para atraer turismo, había adoptado meses atrás, pues en poco tiempo se llenó de “turismo médico” para recibir servicios como atención de partos, por los que en sus países de origen los pacientes habrían pagado sumas elevadas.
El hecho de que la propuesta objeto de análisis por la CCSS incluya al Icafé, y sea este el encargado de presentar las planillas mensuales, puede facilitar la puesta en práctica de un sencillo, pero eficaz, mecanismo de selección previa de asegurados.
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