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Una opción necesaria

Pinochet dejó un legado aún más nefasto que una constitución a la medida: el terror a su retorno

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Solo la democracia cura una democracia enferma. Pero para grandes daños no hay remedio indoloro. En Chile, las difíciles contorsiones de la evolución democrática tienen una dura prueba este domingo. Otrora, una feroz dictadura de 17 años creó un apetito voraz por la vida republicana. En 1988, con la consigna “La alegría ya viene”, el pueblo chileno dijo no a Pinochet. Pero el tirano dejó una impronta siniestra: una constitución a su medida y una institucionalidad liberal extrema. De lucro y en manos privadas, quedaron los servicios públicos, desde salud hasta educación y pensiones. Con esa camisa de fuerza, los partidos debían cumplir la promesa democrática. Difícil misión. Con desigualdad de ingresos y crueles niveles de pobreza, esa democracia nació lisiada. La alegría nunca llegó.








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