La reducción de la pobreza en Costa Rica es una buena noticia. Según la Encuesta de Hogares, en el 2016 hay 10.000 familias pobres menos que un año antes. Analizar las razones por las cuales bajó el número de hogares pobres, es vital. Es bueno saber qué se está haciendo bien y qué falta por hacer para profundizar dicho logro y reducir la pobreza a menos del 20%, que tanto ha costado.
La medición que se hace de la pobreza (en su forma tradicional) se basa en dos elementos claves: el ingreso de las familias y la definición de un umbral (línea de pobreza), debajo del cual se considera que el ingreso de una familia no es suficiente para tener una vida digna.
En la encuesta del 2016, dicha línea fue menor que la del año anterior. Es decir, el costo de adquirir los bienes y servicios para comprar lo que se requiere para tener una vida digna es ahora más bajo. Eso se debe a dos factores, principalmente: la caída en los precios internacionales de las materias primas y la política del Banco Central, que persigue una baja inflación.
En cuanto a los ingresos de las familias, la encuesta del 2016 muestra que estos crecieron un 2,5% con respecto al año anterior. Ayudó mucho que las transferencias estatales y las becas aumentaran un 14%. El trabajo liderado por la vicepresidenta Ana Helena Chacón para ordenar los programas de lucha contra la pobreza ha sido muy valioso para dirigir las ayudas estatales a quienes de verdad lo necesitan. Es una muestra de cómo pueden lograrse mejoras significativas en la acción pública mediante un mejor uso de los recursos ya disponibles.
Ahora, no nos engañemos. Si bien estas ayudas son buenas para las familias muy pobres, el 80% de su ingreso proviene del trabajo (asalariado o por cuenta propia). El problema es que dicho ingreso aumentó únicamente un 1,2% en el 2016.
Además, entre las familias pobres apenas 2 de cada 5 tienen trabajo. De los que trabajan, 4 de cada 5 lo hacen en la informalidad y tienen una jornada promedio de 33 horas semanales.
Los pobres tienen, en promedio, apenas poco más de seis años de escolaridad, lo que les limita sus posibilidades de conseguir trabajos de calidad.
Para reducir la pobreza en forma significativa y sostenida, el gobierno debe mantener sus políticas de baja inflación y de ordenamiento de los programas de ayuda a los pobres. Pero también debe promover políticas que ayuden a generar más empleos de calidad y que preparen a la población para tener acceso a las oportunidades que surjan.