¡Trump sí cumple!

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Trump está demostrando ser un mal político: está cumpliendo sus promesas de campaña. Va adelante con su plan económico de cerrar las fronteras de Estados Unidos al mundo externo, tanto para el comercio de bienes como para el flujo de personas.

Entre otros, anunció la salida de Estados Unidos del Trans Pacific Partnership (TPP), la renegociación del tratado de libre comercio con México y Canadá (Nafta, por sus siglas en inglés), la imposición de un impuesto a las actividades offshoring y la construcción del muro en la frontera con México, financiado con un impuesto a las importaciones de ese país.

Estas políticas son consistentes con el objetivo de Trump de impulsar la compra de productos hechos en su país, con trabajadores nacionales: Buy American, hire American. Es una frase cliché, que suena muy bien, pero que puede tener consecuencias muy negativas a mediano plazo.

Las políticas aislacionistas de Trump están fundamentadas en la idea de que el comercio es un juego de suma cero: si usted tiene algo y yo no, es porque usted me lo quitó. Si Estados Unidos importa algún producto, es porque perdió su producción a favor de otro país. Esa idea descarta cualquier beneficio mutuo que pueda surgir del intercambio entre personas (o países). No toma en cuenta el principio básico de que alguien puede estar dispuesto a vender algo, con tal de tener la capacidad de comprar otra cosa que le brinde más satisfacción.

Con las políticas de Trump, los estadounidenses tendrán que pagar más caro, o incluso privarse de comprar, muchos productos que hoy importan. Eso incluye los aguacates, algo que los ticos ya sabemos lo que significa.

Es dudoso, además, que esas políticas puedan generar más y mejores empleos. El encarecimiento de las importaciones, junto con las restricciones a la migración, le restará competitividad a Estados Unidos. Puede ser que algunas empresas decidan volver a producir en dicho país, con trabajadores nacionales, para el mercado local. Pero para el mercado internacional, la mayoría seguirá apostando por ubicarse donde sea más barato y eficiente producir.

La internalización de procesos ( offshoring ) ha favorecido grandemente a los países de menor grado de desarrollo, como el nuestro. Por eso, los movimientos aislacionistas, como el de Trump y el de Theresa May en Gran Bretaña, no solo los perjudicará a ellos a mediano plazo, sino que, de rebote, a nosotros también.