Miles de manifestantes desaparecieron de las pantallas de televisión en Venezuela por un acto de prestidigitación del presidente Nicolás Maduro. No se esfumaron de las calles y algunos quedaron tendidos en ellas, heridos o muertos, pero el canal colombiano NTN24 no pudo transmitir sus imágenes. Maduro lo hizo desaparecer de las dos redes de televisión por cable que lo difunden en Venezuela.
El prestidigitador en jefe consiguió lo mismo con los medios de comunicación locales. El trillado “abracadabra” no le luce al jefe de Estado, quien lo sustituye por “no me obliguen a expropiarlos” o anuncia sanciones para los “promotores de la violencia”, es decir, para quienes informen de las manifestaciones. Pronto podrían esfumarse, también, los periódicos independientes, pues el Gobierno hizo desaparecer el papel… de imprenta, no de baño, porque ese se esfumó hace rato.
No ha conseguido el mago desaparecer a los manifestantes de las calles, pero su ausencia de las pantallas se complementa con otro acto de magia, que los transforma en un movimiento “nazi” o “fascista”, a imagen y semejanza, suponemos, de los que pactaron con la Unión Soviética el desmembramiento de Polonia en los albores de la Segunda Guerra Mundial.
Maduro es fuente inagotable de soluciones mágicas. Hizo desaparecer la inflación con un decreto sacado de la manga para establecer precios “justos”. Como consecuencia no querida del truco, desaparecieron también los productos regulados. El presidente no entiende por qué los comerciantes se resisten a vender a precios por debajo de la inflación y, entonces, los transforma en “conspiradores” o agentes de una “guerra económica”.
Por arte de birlibirloque, frente a Maduro no hay una oposición política, sino un conjunto de fuerzas “reaccionarias”, animadas por la nefasta doctrina nacionalsocialista. Buena parte de esas huestes anidan en las universidades, quizá producto de la mala educación.
Las líneas aéreas extranjeras, la seguridad ciudadana, la productividad petrolera y los bienes de consumo se van esfumando, no todos por obra de Maduro, porque el espectáculo de los prestidigitadores comenzó mucho antes, pero los poderes del mandatario no se limitan a las desapariciones.
Aparecen a diario nuevos millonarios vinculados con el Estado, y el presidente invoca espíritus, encarnados en pajaritos (los conejos pasaron de moda y es imposible imaginarlos con boina). Así como apareció el avecilla, una mística imagen mural se dibujó en las profundidades del metro de Caracas para confirmar, desde el más allá, el buen rumbo del Gobierno y la sabiduría de sus soluciones mágicas.