Columnistas

Sobre valvas

EscucharEscuchar

En Lovaina, un atardecer de 1968 varios estudiantes hablábamos de política. La anfitriona, Michelle R., una becaria belga de mensualidad corta a quien ya aturdía el vino de Ningunamarca, nos sirvió, además del mal vino, una salsa digna de toda sospecha, trocitos de pan tostado y, cocidos en una olla de agua hirviente, abundantes mejillones. “De los mejillones solo se deben comer los que salen de la olla con las valvas abiertas; los que salen cerrados hay que dejarlos, pueden ser tóxicos”, advirtió Michelle. Solo le medio creímos aunque ella era la que estudiaba biología y la dejamos continuar: “Con los receptáculos que forman las valvas de los moluscos, ocurre lo mismo que con los discursos de los políticos, que cuando, por venir cerrados, no dejan ver de manera bien clara lo que traen adentro, huelen mal y es mejor mandarlos al basurero”.








En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.