En Costa Rica, la política “progresista” drena los bolsillos de los más necesitados para trasladar la riqueza a un puñado de empresas privadas. Las excusas son la “soberanía alimentaria” y el apoyo al pequeño productor. La mayor parte de las ganancias fluye a las arcas de grandes participantes en el mercado agrícola, pero eso se disimula poniendo a los más modestos por delante.
Cuando no producen lo suficiente para satisfacer el consumo, los empresarios importan a menor precio y venden en el mercado local con amplia ganancia. Esta especie de “soberanía” es, entonces, limitada, pero igual de lucrativa para sus beneficiarios.
Como el asunto es de “soberanía” y la cuenta la pagan, en forma desproporcionada, los ciudadanos de menores recursos, pocos se alarman. El prurito nacionalista queda satisfecho y sus adalides, pertenecientes a estratos de ingresos más altos, apenas acusan recibo del impacto en el presupuesto familiar.
El consumo de alimentos “soberanos” es mayor entre los desposeídos. Los progresistas, defensores de nuestras fronteras económicas, pueblan sus mesas con otros manjares. En esos festines, el gallopinto es un placer, generalmente mañanero, no una necesidad.
En nombre de la “soberanía”, el gobierno se empeña en meter mano en los bolsillos de los consumidores para financiar los privilegios de un puñado de funcionarios de Recope. La institución tiene carácter “estratégico” y es necesaria para asegurar el abastecimiento de combustibles, dicen los “progresistas”, aunque Recope no extraiga petróleo ni lo refine.
Pero la primera amenaza esgrimida por los sindicatos cuando convocan huelgas “históricas” es la interrupción del abastecimiento. La Policía se ve obligada a tomar los planteles y la red de distribución sufre. Entonces, queda claro el valor “estratégico” de Recope… para las cúpulas sindicales.
Si garantizar el abastecimiento fuera el objetivo, estaríamos mejor con un mercado abierto, especialmente ahora que los nuevos métodos de extracción facilitan la aparición de flamantes productores y diversifican las fuentes de crudo. El combustible es demasiado importante para sujetarlo al capricho de unos cuantos, que no dudan en utilizarlo para ampliar y defender sus privilegios.
Pero la “soberanía” no le impide a Recope entregarse a un proyecto de ampliación donde el socio extranjero hace por su cuenta los estudios de factibilidad, establece los costos y nosotros reciprocamos con la soberana tontería de invertir una millonada sin provecho alguno.