El gaucho de cepa no duda de que el mundo consiste en una enorme pampa, pues no ha visto otra cosa. Para muchos, hay una serie de servicios (como lo fue hace un tiempo el de correos y la construcción de puentes y poyos para los parques) que han de ser suplidos directamente por entes estatales. El producto social brindado por el benemérito Cuerpo de Bomberos de Costa Rica es considerado un servicio público, que ha de darse a todos por igual, sin importar el poder de compra de los beneficiarios.
Hace varios años, en un anticuario en el centro de San José, encontré una placa ovalada, de 10 x 8 pulgadas en sus máximos, hecha de un grueso latón, que dice: “Asegurado. Banco Nacional de Seguros”. En el centro tiene el logo institucional, con un árbol de guanacaste, y, a sus extremos, agujeros para afianzarla con clavos o tornillos en algún lado visible de casas o edificaciones.
La compré porque recordé haber leído alguna vez que, años ha, en Costa Rica, el servicio de extinción de incendios era gratuito solo para los asegurados del ente estatal Banco Nacional de Seguros, que a partir de 1948 pasó a llamarse Instituto Nacional de Seguros (INS).
A quienes no fueran asegurados, quizá en la rama de incendio y que no exhibieran la citada placa, se les cobraba por el servicio que se les diera, en la misma forma que los lecheros a caballo entonces cobraban por la leche que, cotidianamente, suplían a las amas de casa en los pueblos.
Por muchos años, el INS tuvo a su cargo el Cuerpo de Bomberos y su costo lo pagaron sus asegurados, no todos los beneficiarios del servicio.
Hoy lo cubre con un cargo (impuesto) a las primas de los seguros que cobran todas las aseguradoras del país y con una pequeña contribución sobre el consumo de energía eléctrica.
Bellezas quemadas. En los Estados Unidos, la linda California tiene trigales, viñedos, playas, montañas, puentes, prestigiosas universidades (piénsese en Stanford, Cal Tech y UC Berkeley), centros de alta tecnología (Cupertino y, en general, el Silicon Valley), así como museos (Getty, La Brea, etc.).
En vecindarios como Beverly Hills, Pacific Palisades y Calabasas tienen sus residencias personas de alto poder adquisitivo y celebridades. Pero ese estado está expuesto a muchos incendios en la seca época de verano.
El que hace unos días tuvo lugar es considerado el peor de su historia. Muchas casas, construidas prácticamente en medio de lindos, pero peligrosos bosques, fueron destruidas a pesar del trabajo tenaz de los bomberos.
En Calabasas, situada unos 40 kilómetros al noroeste de Los Ángeles, que fue amenazada por el fuego, tienen su residencia una socialite llamada Kim Kardashian y su pareja Kanye West.
Exclusividades. ¡Qué lástima que esa casa, o mejor dicho, mansión, valorada en cerca de $60 millones llegara a ser consumida por las llamas! Claro que sería una enorme pérdida. Pero, para evitarlo, o al menos reducir la probabilidad de que suceda, la pareja West-Kardashian cuenta con una brigada privada de bomberos, que paga su compañía de seguros.
En efecto, la aseguradora AIG, por ejemplo, anuncia su oferta de servicios de protección contra incendios, por medio de una unidad propia, para sus tenedores de pólizas de incendio. Otras compañías, entre ellas Chubb, contratan servicios (outsourcing) con empresas que se dedican a la extinción de incendios en las propiedades de sus más grandes clientes.
¿Discriminación? Para algunos activistas, lo que hacen AIG, Chubb y otras aseguradoras no es más que una odiosa discriminación a favor de los ricos. El apagar incendios forestales y de otra naturaleza, dicen, es como orinar, que opera por igual para altos y chicos, pobres y ricos y no discrimina por sexo.
Eso de que todos somos iguales, pero unos más iguales que otros, no debe ser. Pero para la mayoría se trata de típicos servicios de prevención de pérdidas, que forman parte integral de lo que promueven los aseguradores responsables, pues, a fin de cuentas, más importante que indemnizar es, en lo posible, evitar siniestros y, por esa vía, mantener bajas las primas de protección.
¿No debería la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) comprar servicios de protección de la integridad de su oleoducto y, por esa vía, evitar (y, de paso, evitarles a los costarricenses de buena voluntad) pérdidas millonarias por robo de derivados del petróleo que tan frecuentemente le causan ladronzuelos?
De alguna forma, el mensaje contenido en esa placa, quizá del año 1930, que encontré en un anticuario, sigue teniendo vigencia.
El autor es economista.