La frase del título de este artículo fue popularizada por el filosofo alemán Immanuel Kant en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, y significa “atrévete a pensar”. Aunque no fue acuñada por él, para conocer su origen hay que remontarse al siglo primero antes de la era cristina: el poeta lírico Horacio le escribió una carta a su amigo Lolius, quien, dicho sea de paso, estaba pasando por momentos muy difíciles en su vida personal; en la carta, Horacio narra los difíciles devenires que pasó el rey Ulises al regresar de Troya y todas las pruebas que enfrentó en ese proceso.
Bajo el contexto de la carta, Horacio usa la locución sapere aude para reprender a su amigo Lolius y decirle “ten el valor de usar tu habilidad para pensar”.
Horacio quería demostrarle a su amigo que la hazaña más grande de Ulises no fue la de escalar los muros de Troya y conquistarla y que el fin de su destino no se encontraba en el fracaso, por el contrario, el fracaso moldearía su carácter y le mostraría un nuevo camino, una nueva perspectiva y, sobre todo, un nuevo entendimiento.
Horacio intentaba enseñarle una sola cosa a su amigo: pensar. Pensar es quizás una de las actividades que resultan más complejas en el siglo XXI, podría hasta decirse que es un acto de rebeldía, y rebelarse nunca estará mal si la causa es justa. Si los principios se ven comprometidos, o si alguien es víctima de una injusticia, la rebeldía es temida porque es el caldo de cultivo de los cambios. Recuerden estimados estudiantes: siempre que estén en presencia de actos tiránicos la rebelión es el camino.
Atreverse a pensar no solo les dará perspectiva, sino que les dotará de sapiencia para tomar decisiones, a no temer al devenir, a fortalecerse en los momentos de mayor angustia y temor porque lo que tienen por delante no es sencillo, están a punto de enfrentarse a un mundo dispuesto a acabar con sus sueños e ilusiones.
Allá fuera no es fácil, el camino se vuelve escabroso y empinado, pero lo más apasionante de todo esto es que su destino está en sus manos, de aquí en adelante ustedes serán los alfareros de su camino. En sus manos, y solo en las suyas, está el destino que les espera; y en el camino es posible que tropiecen, fallen y fracasen; es posible que se agoten, quieran abandonar; pero recuerden con plena fe y certeza las palabras que dijo hace poco más de 3.000 años un pequeño niño llamado David, que con los años se convirtió en rey: “Lo que hoy siembren con lágrimas, mañana lo recogerán con regocijo y alegría”.
Primer paso. Después de la lectura de la carta, Lolius comprendió que pensar es el primer paso; entendió que no basta con ser fuerte, habilidoso o bien parecido para triunfar. Hace falta esfuerzo y mucho trabajo, fe en sí mismo y, a veces, separarse de las voces empecinadas en vernos caer.
Después de mucho analizar, Lolius llegó a la conclusión de que sus problemas no se solucionarían lamentándose, ni siendo presa de la autocompasión, que la única forma de retomar el camino es levantarse, sacudir el polvo, limpiar las lágrimas y retomar el rumbo.
Hoy, en el siglo de la vanidad y el culto a la personalidad, son necesarias mentes que se atrevan a pensar, que dejen de lado los afanes del mundo y se enamoren de la virtud, como quien se enamora en la niñez: de la forma más pura, sincera y honesta, dispuestas a dar todo por el amor de esa niña o de ese niño, que luche incansablemente, como decía Gustavo Adolfo Bécquer, por ver sus ojos reflejados en los ojos que los miran.
“El pensador”. Cuando al afamado escultor parisino Aguste Rodin le encargaron una obra para la entrada del Museo de Artes Decorativas de París, llegó a la conclusión de que no habría mejor diseño que un hombre sentado sobre una roca, con su mano derecha sosteniendo su barbilla y totalmente solo. Absorto, enmudecido, impávido, viendo al vacío, como si estuviera analizando la composición del universo, como si estuviera despejando una formula matemática, analizando un poema, separando un átomo o comprendiendo un proceso histórico. Como si ahí en su enmudecida existencia estuvieran las soluciones a los problemas que aquejaban al mundo.
Esa obra recibiría a los miles de turistas que año a año visitan este museo; Rodin bautizó a su escultura El pensador, justamente por el mensaje que le dio Horacio a Lolius, y que hoy quiero darles a ustedes estimados estudiantes: atrévanse a pensar. Que nadie condicione sus deseos, que nada se interponga en sus ambiciones, que nadie les diga que no pueden.
El autor es profesor de Educación Cívica.