Es muy probable que Sebastián Díaz se alistara, tomara sus alimentos y se despidiera de su familia. Ese; sin embargo, no sería un día cualquiera, sería el último para “el pequeño gigante”, como cariñosamente lo describió su madre en un emotivo poema.
Como madre y abuela, la muerte de Sebastián me resulta incomprensible y una dolorosa alarma de cómo un joven de “mente brillante y gran corazón” concluyó su vida de manera tan trágica.
Mi solidaridad con sus familiares y amigos y hago un llamado a la prevención para que situaciones como esta nunca vuelvan a repetir en el Liceo ni en otro centro educativo.
Como hija de un orgulloso graduado del Liceo de Costa Rica, centro de ilustres líderes y maestros de nuestro país, siento un fuerte dolor al ver que esto sucedió en un ícono de nuestra historia patria.
Rocío Valverde, madrina de Sebastián señaló que su muerte fue producto de matonismo y de un supuesto reto. Contraria es la versión del director del Liceo, Marco Vinicio Naranjo, quien no logra explicar cómo el Liceo se “convirtió en el epicentro del bullying colegial en el país.”
Será necesaria una exhaustiva investigación y atender algunas narraciones de madres de exalumnos sobre las tradiciones, como betún en la cara y coscorrones los 9 de setiembre. Además, desgarra el relato de un joven que reconoce que pudo ser otro Sebastián.
La ministra de Educación prometió que lo sucedido se investigará hasta las últimas consecuencias, y así debe ser, se trata ni más ni menos, de una muerte, y si hay responsables deben asumir las consecuencias. La institución ha sido intervenida y la investigación está en manos del OIJ. El país merece la verdad.
La muerte de Sebastián debe ser la última y es un llamado a los padres y madres de familia, a los educadores, orientadores y autoridades administrativas para que esta historia nunca se vuelva a repetir.
LEA MÁS: Editorial: La muerte de Sebastián
En la escuela, en un ambiente adecuado, Sebastián destacó por su liderazgo, logró ser electo su presidente y quedó segundo en una feria científica.
La pregunta que entristece nuestros corazones es cómo un joven lleno de ilusiones, amado por su familia, perdió, a tan solo tres semanas de haber iniciado el curso lectivo, su vida y cómo su centro de estudios se tornó en el lugar de su muerte.
Nuria Marín es abogada y analista política.