Luchamos por la reforma constitucional del 8 % del PIB para la educación, pero la conquista no se refleja en la calidad ni cerró las brechas. Se reafirma lo dicho por el profesor de Harvard Ricardo Hausmann en “El mito de la educación”: la inversión en este campo no necesariamente reditúa en crecimiento inclusivo. Andrés Oppenheimer acierta al señalar que en América Latina necesitamos más técnicos y menos abogados. Sin un plan, las reformas quedan en el papel, más cuando creemos que un cambio legal, curricular o constitucional generará frutos inmediatos.
Concuerdo con los maestros: la primaria es la reina de la educación, fundamental para la formación en valores, habilidades y conocimientos esenciales como las operaciones matemáticas, la lectoescritura y el amor por el aprendizaje, claves siempre, pero especialmente en esta era, que requerirá la disciplina del aprendizaje continuo y más profesionales en ciencias, matemáticas, ingenierías y tecnologías.
Como punto de partida, debe declararse estado de emergencia nacional la enseñanza del español, piedra angular de la lectoescritura, la comunicación y la capacidad de aprendizaje futura, dado que el 50 % de los docentes carecen del perfil necesario para dar clases en primaria y un 74 % ve la lectura como “una práctica obligatoria poco relacionada con el gusto y el placer”. Enseñar es la capacidad de “comunicar conocimientos, ideas, experiencias, habilidades o hábitos a una persona que no los tiene”. Entonces: ¿Cómo tener docentes sin capacidad para enseñar y sin pasión por adquirir nuevos conocimientos en una época cuando el conocimiento se duplica en una media de 13 meses y, en algunas áreas, en 12 horas, según la curva Buckminster Fuller?
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La autora es politóloga.