Según un proverbio chino la palabra “crisis” envuelve dos conceptos: el peligro y la oportunidad. Luego del desastroso resultado de las pruebas de bachillerato, las conclusiones de seis informes del Estado de la Educación y varias evaluaciones PISA, se entiende que la crisis educativa va más allá de una huelga y que la coyuntura es posible convertirla en una gran oportunidad.
La huelga de docentes, una barbaridad por ser la educación esencial para el futuro de niños y jóvenes y operar en las escuelas los comedores escolares, desnudó cómo el aumento en la inversión educativa no reditúa mejoras.
Nuestro gran democratizador social es una gloria pasada. Las diferencias en la calidad de la educación pública-privada, urbana-rural, diurna-nocturna y académica-científica opera como semilla de desigualdad de género e inequidad.
De cada 10 jóvenes que ingresaron al colegio en el 2012, solo un 4,5 se graduó, y de los 36.100 que lo hicieron únicamente un 25 % aprobó los exámenes de bachillerato sin la ayuda del MEP. Por ello, insisto: ¿Cuál es la educación que reciben nuestros jóvenes luego de más de 12 años en el sistema educativo?
El número que debemos observar es el 25 % que aprobó, y no el 81,88 % que, mágicamente, ganó la prueba luego del cambio en la nota de presentación, que pasó del 40 % al 60 %, más 6 u 8 puntos de curva. Esto perpetúa un espejismo social.
Desgranando aún más los datos del bachillerato y viendo las recomendaciones del Informe Estado de la Educación y de la OCDE sobre la necesidad de nuevas estrategias en la enseñanza de las ciencias, pues está demostrado que su mejor desempeño aplica cuando entienden su utilidad práctica, vemos cómo nuestros jóvenes tristemente desmejoraron en todas las áreas relacionadas con ella: biología, física y química.
Recomiendo desagregar por género los datos, pues los informes indican que los hombres “muestran mejores rendimientos en las competencias científicas y matemáticas”.
La matemática sigue siendo la eterna cenicienta y si sumamos las deficiencias en inglés y las áreas conocidas como STEM (ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas) necesarias para tener mejores oportunidades en la nueva economía, ¿cuál será el futuro de nuestros hijos?, y peor aún, ¿cuál el de nuestras hijas?