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El papa Francisco en Bahréin. Foto ilustrativa. (-/AFP)
Disfruto mucho el mes de diciembre. Se siente un ambiente diferente. Terminan las lluvias y sale el sol. Los atardeceres son espectaculares. Los vientos fríos del norte refrescan el clima.
Las casas y los edificios son iluminados con múltiples luces de colores y adornados con todo tipo de ornamentos navideños. No puede faltar el portal del Niño Jesús y el arbolito.
Los villancicos alegran el ambiente. Los almuerzos y las cenas con familiares, amigos y compañeros de trabajo llenan nuestras agendas. Aparecen los tamales, el rompope y los pasteles, que nos hacen ganar unos cuantos kilos.
Es una época especial por la forma en que la vivimos. Pero lo es, aún más, por lo que representa: la celebración del nacimiento de Jesús. No como el recordatorio de un acontecimiento histórico, sino como un llamamiento a que reflexionemos sobre la necesidad de que Jesús nazca todos los días en nuestro corazón.
Precisamente, en una parte del lindo mensaje de Navidad que nos envía este año el papa Francisco, nos invita a que la paz y el amor reinen en nuestros corazones. Es un ejercicio continuo de hacer que domine lo bueno sobre lo malo dentro de cada uno de nosotros. Por eso, debemos extirpar de nuestro corazón toda causa de odio y resentimientos hacia los demás para abrir más espacio para la paz y el amor.
La carta a los Efesios dice así: “Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo” (4:31-32).
Luego de un año dominado por la sombra de una posible tercera guerra mundial, en esta Navidad se intensifican los deseos de que haya paz y termine la odiosa guerra contra Ucrania. Aunque pareciera que poco podemos hacer desde nuestra Costa Rica, el papa Francisco nos invita a que comencemos en lo interno de cada uno, con un cambio de actitud.
Tal y como dice san Pablo evangelista, la benevolencia, la misericordia y el perdón son la medicina que tenemos para construir la paz. La benevolencia es elegir siempre la modalidad del bien para relacionarnos entre nosotros.
Aprovechemos esta linda época para adoptar esa nueva actitud y, con ello, contribuir a tener un mundo mejor. ¡Feliz Navidad!
El autor es economista.