Los tres hechos reflejan que la dinámica sociopolítica nacional tiene un carácter contradictorio y pendular, y que el eje central de nuestra democracia es mucho más sólido de lo que a veces pensamos. Sus pilares estructurales son la profundidad de la cultura política y la resiliencia de las instituciones. Están debilitados, pero generan estabilidad. Sin embargo, esta puede convertirse en parálisis si no va acompañada de decisiones oportunas para atajar riesgos, afrontar desafíos y generar oportunidades. Se logró en estos días.
Desde la esquina del maximalismo, se puede criticar el presupuesto y exigir cerrar instituciones o privatizar empresas públicas para poner fin, de una vez por todas, al crecimiento de la deuda. Conceptualmente, coincido. Pero la realidad es otra. Dentro de ella, el presupuesto de Hacienda implica un enorme avance: respeta la regla fiscal, las remuneraciones bajan como porcentaje del producto interno bruto y los gastos caen en relación con el año previo. Además, quedó claro que la reforma fiscal se ha podido implementar con éxito.
La regulación de las huelgas corta las aberraciones que existían en el ejercicio de ese derecho y nos equipara a la mayoría de los países civilizados: prohibiciones para servicios esenciales, cese de pagos a quienes no trabajan (sujeto a la declaratoria de ilegalidad o no) y límites a los métodos utilizados.
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Hasta ayer quedaba, como gran pendiente, la insostenible situación de la Caja, pero la Contraloría puso las cosas en su lugar. Probablemente vendrá un nuevo vendaval huelguístico, con tácticas depredadoras para defender los privilegios. Será otro reto para el Estado. Espero que lo afronte con inteligencia y firmeza. Por ahora, el mensaje de fondo es que, a pesar de la debilidad o ambivalencias del Ejecutivo y la dispersión del Legislativo, existen voluntad y recursos para avanzar. El vaso está medio lleno. Hay que protegerlo y nutrirlo más.
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El autor es periodista.