Si me pidieran un único consejo para el gobierno en estos tiempos de crispación orquestada, presiones intensas, alianzas perversas, debate distorsionado, exigencias desmesuradas, reclamos justos de algunos y apropiación espuria de representaciones de grupos y causas por parte de otros, sería este: debe retomar la iniciativa. Y nada mejor para emprender el camino que construir un relato claro y convincente, que aclare prioridades, dé sentido a lo que, de otra manera, serían iniciativas desconectadas y guíe una robusta acción política, económica y social.
Me temo, sin embargo, que la procesión de Zapote va por otro lado, con obispos incluidos. Está a punto de sumergirse en una serie de “mesas” de negociación multitudinarias y reactivas, que responden a intereses sectoriales, no ciudadanos, y trastocan en buena medida el concepto de representación democrática.
Después de un primer año de valientes iniciativas, serenidad y firmeza (sin descartar errores), el gobierno, además de debilitarse y demostrarlo con el sacrificio del ministro Edgar Mora, parece confundido. En estas circunstancias, el presidente y su equipo necesitan hacer un rápido alto en el camino, preguntarse por qué ganaron sus cargos, cuál es su visión, cuáles sus compromisos con la población, cuáles sus objetivos centrales para lo mucho que resta de la administración, de qué manera se proponen alcanzarlos y dónde están sus principales bases de apoyo y resistencia, así como sus mayores fortalezas y debilidades. Filtrado lo anterior, será posible entonces articular una narración que se pueda explicar al país, que alinee al conjunto del gobierno, sirva de guía para emprender y negociar y dé sustento a una buena estrategia de comunicación.
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Estoy hablando de un ejercicio orientado a retomar la iniciativa mediante una estrategia basada en la solidez que debe tener todo buen relato: en esencia, una línea narrativa orientada hacia un propósito, que estructure sus partes, concatene las acciones, impulse el movimiento de estas, aclare las ideas fuerza y plantee un horizonte de resultados. No sería un “cuento” tramposo, sino una aclaración de compromisos con claras respuestas a por qué y cómo. Su éxito no está garantizado, pero el de los pasos actuales lo veo aún más lejano.
El autor es periodista.
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