Dentro de un mes, sabremos los resultados de las elecciones municipales del 2 de febrero. Los datos serán irrefutables; sus implicaciones, objeto de discusión. Sobre esto, adelanto dos criterios:
1) Sus resultados en nada predicen qué pasará en las presidenciales; si así fuera, el PLN, que ganó 50 alcaldías en el 2016, habría elegido a Antonio Álvarez en el 2018. Sí ofrecen indicios sobre la penetración y capacidad organizativa de los partidos nacionales, aunque la creciente competencia de los locales diluya la relevancia de este aspecto. 2) Por ello, hay que analizarlas en su esencia: ejercicios de democracia local, que se dirimen, esencialmente, alrededor de personalidades y temas cercanos.
Pero tan importantes como las incógnitas son las certezas. Las dos principales: que existe reelección indefinida en todos los cargos y que para ganar una alcaldía basta con mayoría relativa; es decir, encabezar el conteo, aunque sea con solo el 20 % de la votación y un punto sobre el segundo. Así se simplifica el proceso: las segundas vueltas serían muy complejas; sin embargo, sumado a la reelección y al elevado abstencionismo, debilita la representación y estimula la formación de “argollas” poco sanas y de candidaturas que apuestan a prevalecer con sus minorías más altas.
También sabemos que participarán 87 partidos (58 cantonales, 14 nacionales, 8 provinciales y 7 coaliciones), contra 59 hace cuatro años, y que el mayor aumento se ha dado entre los primeros: 19 más. Además, la gran abstención ha estado a la baja: en el 2016, primera elección simultánea de todos los cargos municipales, fue del 64,7 %, contra el 72 % en el 2010. ¿Seguirá la tendencia? Es otra incógnita. No lo es que votaremos en 82 cantones (¡bienvenido, Río Cuarto de Alajuela!) y que la desproporción masculina en las alcaldías actuales (85,2 %) y las candidaturas es abrumadora.
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Como trasfondo, se destacan las reducidas competencias locales en un país extremadamente centralizado y las disparidades en la capacidad de gestión por cantones, con Belén a la cabeza y Upala en la cola, según la Contraloría. Si algo reiteran estos claroscuros es la importancia de participar para que los procesos de gobierno local sean cada vez más robustos y representativos. Falta, pero hay avances.
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El autor es periodista y analista.