Van siete hasta ahora. Cada uno ha dado lo suyo. Pero me atrevo a decir que, desde la creación del cargo en 1993, Zeid Raad al Huseín ha sido el más enérgico, independiente y eficaz alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Hoy termina sus funciones; mañana las asumirá la expresidenta chilena Michelle Bachelet. Si sigue sus pasos, podemos estar tranquilos.
El miércoles, en uno de sus últimos actos, el comisionado emitió un amplio informe sobre Nicaragua. Por su procedencia, solidez y amplitud constituye la más sólida revelación publicada hasta ahora contra el régimen represivo de Daniel Ortega. Las 46 páginas del documento detallan un repertorio de los peores actos y las más cínicas justificaciones desplegadas con sistemática frialdad por un dictador aferrado al poder. Por ello, es una denuncia demoledora y un llamado a la acción de la comunidad internacional, incluida la ONU y varios de sus órganos.
El texto evidencia que tan abominables actos van más allá de coyunturas o arranques súbitos. Al contrario, tal como había declarado Al Huseín el pasado 5 de julio, “son el producto de la erosión sistemática de los derechos humanos a lo largo de los años y ponen en evidencia la fragilidad general de las instituciones y del Estado de derecho”.
Es decir, el uso desproporcionado de la fuerza, las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias, las falsas denuncias sobre un “golpe de Estado”, la criminalización de los líderes sociales y la falta de independencia judicial (entre muchos otros hechos revelados) emanan del carácter del régimen. Por eso, 12 de sus 16 recomendaciones van dirigidas al Ejecutivo y dos a la dócil Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.
Dada la naturaleza de ese poder, no podemos descartar que, como parte de sus esfuerzos por desviar la atención, intente generar algún conflicto con Costa Rica. Ya Ortega pidió a nuestro gobierno algo inaceptable: la lista de los nicaragüenses que han pedido asilo aquí. ¿Ocurrencia? No creo; puede ser el comienzo de nuevas provocaciones. Hay que estar alertas, pero, sobre todo, mantener la presión en pro de los derechos humanos. El acto final de Al Huseín es un sólido acicate.
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Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).