Polígono: Un golpe

El mundo digital que acusamos de imperfecto hace mucho que está en las manos de nuestros nietos.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Imagine, estimable lectora o lector, que se halla en esta situación: su supervivencia depende de que pueda consultar un libro cuyo único ejemplar se oculta en un lugar que se ha vuelto inaccesible. Por otra parte, una persona conocida posee una copia defectuosa de ese libro y está dispuesta a compartirla hasta con los niños. Por lo demás, no hay indicaciones de la naturaleza ni de la magnitud de los defectos que presenta esa copia. ¿Intentaría, a pesar de todo, llegar al ejemplar auténtico, pero inalcanzable, o “se la jugaría” con el que solo se le asemeja pero está a su disposición?

La anterior sugerencia parte de mi presunción de haber comprendido el mensaje de un libro reciente de Alessandro Baricco, en el que creo haber encontrado una magnífica explicación del predicado en el que estamos quienes nos vamos quedando al margen de la revolución digital y nos sentimos confundidos ante la arriesgada determinación de unos nietos que han huido del “mundo real” y se han refugiado en otro, tal vez imaginario, que está al alcance de ellos tan pronto como deslizan sus dedos sobre la pantalla de la tableta o del iPhone: o sea, la copia digital del universo.

Para nosotros los rezagados, el mundo real vendría a ser aquel libro inaccesible al cual, sin alcanzarlo nunca, la humanidad se ha aproximado penosamente desde que aprendió a pensar; en cambio, ese mundo digital que acusamos de imperfecto hace mucho que está en las manos de nuestros nietos y nuestras nietas.

Aun cuando Baricco escribe en italiano, el título de su libro es The Game, así que no se traduce. Debió titularse The Play, porque más bien es un monólogo en el que el dramaturgo no toma partido por una de las opciones que plantea, sino que se limita a representar el papel de un jefe de estación que se asoma al andén y advierte a los viejos usuarios del ferrocarril: “Señoras y señores, el tren de pasajeros que se dirige al futuro nunca más se detendrá aquí, porque siempre vendrá totalmente ocupado por sus nietas y sus nietos. ¡Y ay de ustedes si intentan abordarlo en marcha!”.

El libro del que más ejemplares he regalado es Seda, también de Baricco. Su delicada textura literaria lo convierte en el obsequio ideal para personas de gran sensibilidad. Un sorprendente contraste con el sólido golpe que nos propina The Game.

duranayanegui@gmail.com

El autor es químico.