Hay gran profusión de publicaciones de proclamas y discursos atribuidos a políticos más o menos famosos y algunas se reputan de ser fuentes inagotables de profundos y bellos pensamientos. Sin embargo, también está muy difundida la idea de que la política es solo una más de las artes escénicas y esas publicaciones son piezas del género dramático. No sin razón, pues en la actualidad la gran mayoría de esos textos son creaciones de los llamados ghost writers, personas distintas de las que “hablan”. Por esa razón no nos sorprende encontrar ensayistas serios que atribuyan idéntica fuerza argumental a unas líneas de Hamlet y a un párrafo sectario enunciado por un demagogo. Es diferente el caso de aquellas opiniones de los políticos que son captadas en el ambiente cándido de una improvisación: con ellas se gana en sinceridad, aunque a veces se pierda en profundidad o inteligibilidad, como ocurre con los tuits de Trump.
Sería interesante hacer el experimento de mostrar a varias personas dos citas originales de un personaje notable, para ver quién adivina la identidad del autor, pero, eso sí, sin recurrir a Google. Supongamos que damos comienzo con estas, de mediados del siglo pasado:
“La noción de que el cosmos es infinito, tanto en el sentido de lo infinitamente grande como en el sentido de lo infinitamente pequeño, debe ser expresada de una forma accesible. Habría sido un gran error, al inicio de la era positivista, representarse el espacio encerrado dentro de los límites impuestos por los instrumentos. Hoy en día debemos razonar de la misma manera, a pesar de los avances logrados con los recursos de medición. Y eso es cierto tanto en la escala microscópica como en la macroscópica”.
“Se equivocan quienes se figuran que para mí sería duro no poder ejecutar la actividad que ejecuto en este momento. El día más bello de mi vida será aquel en el que dejaré atrás la política con sus tristezas y sus tormentos.... Me gustaría, entonces, dedicar cinco o diez años a dilucidar mi pensamiento y a ponerlo por escrito”.
Sin duda, dirán, se trata de un científico metido en política o un político dándoselas de filósofo. Pero es tan falso el tono de la segunda cita, que solo es atribuible a un mal actor, es decir, a un político. Por cierto, ambas opiniones auténticas son de Hitler.
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