Mi última columna se embadurnó de escepticismo con respecto a las pasarelas que nos depara la cumbrología del cambio climático, todas ellas sometidas a un guion tan invariable como la letra del himno nacional de Suiza. El blanco de mi comentario fue la cumbre que se celebrará, de manera pandémicamente virtual, del 26 al 28 de abril, con el auspicio sueco. Cuando escribí aquel comentario estaba muy lejos de imaginar que el presidente Biden ya se preparaba para hacer el tal vez inoportuno anuncio de que, para darle un destello adicional a su recién estrenado cetro, improvisará una cumbre, similar y casi simultánea, que necesariamente significará una ofensa al orgullo escandinavo.
A menos que fuera producto de una chapucería de su equipo asesor, esa decisión del presidente Biden le da pie a la hipótesis de que una cierta mentalidad imperial lo movió a levantar la lista de los 40 condes, duques y príncipes que convocará a una segunda ceremonia inaugural, esta vez impregnada de reminiscencias medievales.
Como era de esperar, los comentaristas abrieron las apuestas sobre lo que va a acontecer, y entre las posibilidades que se mencionan predominan dos sobre las que yo, indeciso y quizás pobremente informado, prefiero no pronunciarme.
Primera apuesta: los cuarenta convocados se presentarán, sumisos y callados, al solemne «¡ábrete, sésamo!» de Las mil y una noches. Segunda: unos cuantos invitados declararán estar muy ocupados para dedicar a los preparativos del acontecimiento todo el tiempo que se requiere, sobre todo después de haber recibido unos cuantos puntapiés en salva sea la parte, lo que a última hora obligaría al anfitrión a ofrecerles asiento a algunos reyezuelos como los de Honduras, Lesoto y Esuatini.
Aparte de la bofetada que de toda forma ya habrán recibido en Suecia, es posible hacer algunas predicciones sobre lo que sigue. En el primer caso, existe la posibilidad de que los invitados más díscolos aprovechen la oportunidad para repetir verbalmente la famosa carta en la que los atamanes cosacos hicieron burla del sultán turco. En el segundo, los invitados sustitutos se sentirán enfadados por ser, como decían nuestras abuelitas, «platos de segunda mesa». Paciencia, que a finales de abril sabremos cuál es la apuesta ganadora.
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El autor es químico.