También en el futuro será falso que cualquier tiempo pasado fue mejor. En diversos medios comienzan a aparecer comentarios a propósito de la composición etaria esperable en el padrón de las elecciones presidenciales y legislativas de febrero del 2022. En algunos de esos comentarios hay preocupación por el hecho de que el segmento definido arbitrariamente como voto joven será muy numeroso y, con base en esa previsión, se tejen especulaciones, no tanto sobre los posibles resultados de las elecciones como sobre la calidad de quienes resultarán electos. Parecieran ver una amenaza en los votos de quienes, por ser jóvenes, son considerados inexpertos, superficiales o desinformados.
Tal vez sería interesante debatir sobre la consistencia de esas preocupaciones, basándonos en alguna característica discernible de quienes las exteriorizan, pero no creo que la distribución etaria sea la más apropiada. El diablillo de los malos consejos me sugiere que retome una información, leída hace bastante tiempo, según la cual en 1942 la expectativa de vida de la población costarricense no superaba los 44 años. No es necesaria la ayuda de Pitágoras para aventurar que, en todos los padrones electorales anteriores a ese año, la mayor parte de los votantes no habían cumplido los 40. Podemos preguntarnos, entonces, cuántos de los hoy declarados beneméritos de la patria fueron elevados a posiciones de liderazgo gracias a los votos de costarricenses que no habían alcanzado esa edad.
Menciono solo a los electores porque en nuestro país la mujeres no ejercieron el sufragio sino a partir de 1953, momento en el que tal vez se debió haber adoptado la ventajosa fórmula constitucional que durante varios siglos les funcionó a las naciones iroquesas a las que me referí en mi anterior columna. En aquellas naciones la escogencia de los líderes estaba a cargo de lo que en nuestro tiempo llamaríamos un colegio de electoras integrado por todas las mujeres que hubiesen alcanzado plena madurez.
En todo caso, no hay razones para creer que, por ejemplo, en 1940 un anciano de 37 años era más responsable, experimentado o patriota que cuanto lo será un joven de la misma edad en el 2022. Ni para pensar que en el siglo que comienza hoy el número de beneméritos de la patria no aumentará en la proporción debida.
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El autor es químico.