La Real Academia Sueca de Ciencias organiza la cumbre nobel titulada Nuestro Planeta, Nuestro Futuro, pospuesta ya una vez y reprogramada en formato virtual para el mes de abril. Dicho en parla llana, tendrá como tema la comprometida salud ecológica del planeta y, curiosamente, la Academia acaba de poner el grito en el cielo porque le parece que las redes sociales les abren espacio a personas y grupos, algunos muy respetables por cierto, que por buenas razones están convencidos de que la institucionalidad internacional y gubernamental que navega en el río del llamado crecimiento verde sostenible nos conduce hacia el salto de la catarata.
La Academia deplora el escepticismo de personas y organizaciones que desconfían de esa especie de teatro diplomático de los políticos, de ese espectáculo de encuentros pirotécnicos y promesas cada vez más incumplibles que comienza a ser llamado diplomacia de ciencia ficción. De ese tinglado forma parte, frondoso y rimbombante, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) de las Naciones Unidas. De hecho, una vez que vemos la lista de los convocados a participar en el anunciado nobel derbi sueco, la única caricatura que se nos ocurre es aquella en la que una partida de ajedrez entre Leonel Messi y Cristiano Ronaldo llena las graderías de un estadio en llamas. ¡Y que Dios nos perdone!
Lo incongruente —o chistoso, si se quiere— del asunto es que, después de su plañidera a propósito del sabotaje que les atribuye a quienes no ven el futuro color de rosa, la Academia hace un recuento radicalmente apocalíptico de la situación en la que nos hallamos. Entre otras cosas, «cuenta» —como si no lo supiésemos desde hace rato— que a estas alturas los seres humanos y los animales destinados a nuestro propio consumo representamos el 96 % del peso de todos los mamíferos que quedamos en la Tierra, y que cada ocho días se utiliza en el mundo tanto cemento como para construir ¡una ciudad del tamaño de Nueva York! Afirma que, dada la vastedad del problema, no serán suficientes «modestos ajustes» de nuestras prácticas agrícolas e industriales.
Pareciera que los irritados suecos optaron por hacerse los suecos a la hora de señalar dónde se encuentran los verdaderos culpables del desastre, una corrección política inaceptable.
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El autor es químico.