En Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne, el científico hamburgués Otto Lidenbroch llega a Islandia y procede a visitar la biblioteca pública de la ciudad de Reikiavik en busca de algunas obras que necesita consultar antes de iniciar su exploración del interior de un volcán. Para su sorpresa, en el establecimiento no hay libros, sino solamente listas de libros que están en préstamo en miles de hogares de todo el país. Verne nos acerca así la idea de que, si algo hay absurdo, es la biblioteca tradicional, una colección de objetos cuyos ejemplares tienen, en su mayoría, más posibilidades de atraer el interés de las polillas que la atención de los lectores, y nos adelanta algo que ahora es harto conocido: los islandeses son los lectores más ávidos del planeta; y, por añadidura, nos deja saber, sin decirlo, que la biblioteca ideal es aquella en la que ningún libro vagabundea, inútil, en los estantes.
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Aparte de que en fútbol son tan buenos como nosotros, las noticias dicen de los islandeses cosas muy interesantes, tales como que uno de cada diez de ellos ha publicado al menos un libro; lo cual equivaldría a que hubiera en Costa Rica no menos de 400.000 escritores, vale decir, más que todos los fanáticos de cualquier club deportivo de nuestro país. Por otra parte, se asegura que la edición de una obra de cierto autor islandés fue de 50.000 ejemplares: algo así como si de un libro costarricense se hubieran publicado de golpe medio millón de copias… y, como la lengua islandesa solo se habla en Islandia, el imaginar que se vendieron todos produce vértigo.
Lo anterior es solo un pretexto para la invitación a la lectura de la versión española de una bellísima, ingeniosa y atrapadora novela islandesa de solo 140 páginas, ideal para demostrar que, en un océano de libros y de lectores como es Islandia, por fuerza tienen que existir islas repletas de sirenas. El título de la obra es Argóarflísin, pero en castellano lleva el de Navegantes del tiempo, y su autor es Sjón (Visión). Sí, como si fuera de Alajuela, porque su nombre es tan nórdicamente largo que prefiere usar ese seudónimo. En el relato se entretejen maravillosamente —alrededor de Cenis, quien violada por el dios Poseidón pidió ser metamorfoseada en el argonauta Céneo— los mitos griegos, vikingos y cristianos.
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El autor es químico.