Columnistas

Polígono: Elogio del libro

Por la tecnología, salvo por algunas colecciones raras o especializadas, las bibliotecas personales son tan perecederas como cajas de helados dentro de una cámara desprovista de refrigeración.

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Cierto día, mientras examinaba los restos de lo que había sido mi biblioteca y pensaba en que pronto se celebraría el Día del Libro, se me apareció, revoloteando, un diablo facho que me habló por telepatía: “¿No sería mejor que lo llamés el día de las hogueras?”. Observé, que, en efecto, el homúnculo cornudo portaba un lanzallamas. Mimó una carcajada, se sentó encima del escritorio y comenzó un discurso lleno de observaciones sobre el placer que le producía quemar montañas de papel impreso. “Es la más espléndida expresión de mi fundamentalismo”, declaró y pasó a preguntarme en tono didáctico: “¿Podés decirme cuántos libros has leído vos en tu vida?”.








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