Que la historia se repite porque las colectividades olvidan fácilmente sus experiencias solo es consuelo para el rebaño: al morir, las ovejas no dejan testimonios escritos.
Es providencial la reaparición, en el formato de libro, de numerosos textos escritos por periodistas y literatos europeos en el período que se extiende entre 1918 y 1942. Si bien muchos son de carácter meramente descriptivo, como correspondía al periodismo informativo de entonces, en ellos abundan las advertencias sobre las catástrofes que entonces se venían gestando.
En ese período, Europa —igual que América Latina, podría decirse— apostaba, en un clima de desencanto político, por la indiferencia, el racismo y el nacionalismo para crear el peor de los mundos posibles; y que aquellas advertencias literarias no resultaran útiles para detener las atrocidades que profetizaban, no significa que debemos dejarlas de lado en los actuales momentos, cuando se vislumbra un nuevo y ominoso eclipse de la democracia en ambos lados del Atlántico.
Por referirse a Francia —nación a la que vemos como una de las más sólidas democracias del mundo—, dos de esos libros son un llamado al pesimismo. Aun cuando los autores no lo afirman de manera abierta, ambos textos apuntan a que la derrota inicial de Francia en la II Guerra Mundial no fue consecuencia de la superioridad económica y militar de Alemania, sino de la desidia política, derivada en gran medida de la admiración que un amplio sector de la nación gala sentía por el autoritarismo y el antisemitismo nazis.
Se trata de La agonía de Francia, del periodista español Manuel Chaves Nogales, y Una librería en Berlín, de la judía polonesa Françoise Frenkel. Chaves, director de un importante periódico republicano, arrojado por el franquismo al exilio en Francia, sugiere que la voluntad de combatir por la democracia se había desvanecido en el Ejército francés aun antes de que fuera declarada la guerra. Por su parte, Frenkel, admiradora de la cultura francesa, había abierto en Berlín una librería especializada en textos editados en Francia que se vería obligada a cerrar al llegar Hitler al poder. Para su mala fortuna, buscó refugio en Francia, donde sería puesta en peligro de muerte debido al vergonzoso oportunismo de los colaboracionistas franceses.
El autor es químico.