Una conferencia leída por Umberto Eco en una universidad estadounidense en abril de 1995 y publicada ese mismo año en un importante semanario de Nueva York fue Eternal Fascism. La traducción al español –El fascismo eterno– apareció en 1997, en el libro Cinco escritos morales, del que conservamos un ejemplar desvencijado. Aquel texto fue rescatado recientemente y sobre él se informó de tal modo que podría ser tomado como una obra póstuma. En todo caso, lo importante es su evidente actualidad. En su exposición, el notable pensador italiano les hizo a los estudiantes universitarios una sabia, metódica y simplificada advertencia sobre ciertas condiciones que se daban en aquel momento y exigían de parte de ellos una actitud vigilante frente a la posible reaparición del fascismo en Estados Unidos. No en balde, al final se recuerda esta declaración, dada por Roosevelt en 1938: “Me atrevo a afirmar que si la democracia americana deja de progresar como una fuerza viva, intentando mejorar día y noche con medios pacíficos las condiciones de nuestros ciudadanos, el fascismo crecerá en nuestro país”.
Las condiciones en las que parece basarse la lejana advertencia persisten, no solo en Estados Unidos. Como lo haría un zoólogo cuidadoso refiriéndose a una fiera, Eco describió catorce características del Ur-Fascismo prototípico o “fascismo eterno” que, detectadas a tiempo, podrían servir de alarma sobre la posible reaparición de ese fenómeno político en contextos en los que se considera improbable. El pedagogo indicó de antemano que un régimen –o una organización política– no pierde su esencia fascista por el hecho de no presentar algunas de aquellas características.
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Empleando una magistral brevedad y corriendo el natural riesgo de que cada lector lo interprete a su guisa, Eco se aseguró de que en el futuro sería leído con atención por muchos interesados en un mensaje que se puede resumir de esta manera: los seres humanos seguimos compartiendo con los miembros de las demás especies zoológicas una pulsión que se manifiesta en el deseo de cada uno de nosotros de ser un individuo y, a la vez, el secuaz de una causa tribal; por ello, pese a los refinamientos de la civilización, la deseable combinación de individualidad y fraternidad es frágil como una hoja a merced de la tormenta.
duranayanegui@gmail.com
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