Romper a golpes la almohada no acaba con el insomnio y puede lacerarnos los nudillos. La alternativa es saltar del lecho y, sin más luz que la del velador, acercarnos a la biblioteca y atrapar el primer tomo que se nos atraviese. Si ya lo leímos, no importa: si el texto es aburrido, el sueño retorna enseguida y, en caso contrario, nos trae remembranzas e ideas que nos convierten la madrugada en una imparable relectura.
Esta vez, el libro es una novela, pequeña si se compara con las de origen digestivo que perpetran algunos conocidos autores. Se publicó en polaco en 1971, pero la leímos en la primera edición castellana, de 1981, y jamás la volvimos a tocar. Escrita por un polonés (Lem) nacido en Petrópolis, hoy ciudad ucraniana, ya en la primera página nos recuerda la ironía que se gastan algunos extranjeros al designar a nuestro país con el nombre de Puravidania. El caso es que Ijon Tichy, el narrador de este ineficiente somnífero, asiste al VIII Congreso Internacional de Futurología que se celebra en Costarricania, en el 2039. Alguien podría decir que el autor no pretendía en absoluto ubicar los hechos en nuestro país y que lo del nombre no es más que un desliz de pluma, pero aquí van dos párrafos tomados al azar de las páginas 17 y 35:
“Stantor me dijo con discreción que el gobierno… había requisado un tren cargado con material bélico secreto perteneciente a EE. UU., que transitaba por territorio costarricano…”. “A las siete hubo una pausa durante la cual los participantes del congreso pudieron irse a cenar…; por mi parte, al volver a la sala, compré la edición especial del periódico gubernamental La Nación y algunos periódicos de la oposición extremista salidos esa misma tarde. Pese a mis pocos conocimientos del castellano, me quedé asombrado, puesto que al lado de los artículos rebosantes de optimismo triunfalista acerca de los lazos de amor entre la gente, como garantía de la felicidad universal, pude leer otros…”.
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Más tarde, mientras desayunábamos, nos vino a la memoria otro autor polonés (Conrad), también nacido en lo que hoy es Ucrania, que ubicó en la república de Costaguana –velada fusión de Costa Rica y Guanacaste– una novela de dictadura en la que, entre otras cosas, una zona minera del país –y esto no se trata de una sugerencia– se declara independiente.
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