Polígono: Con o sin veleta

Si Dios creó las pulgas, fue para que incordiaran incluso a quienes se sienten felices porque solo duermen con gatos.

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“Debajo de las sábanas, una pulga incordia más que un gato”, rezaba el proverbio improvisado por el personaje de un relato leído en mi juventud. Explicaba así por qué insistía en fastidiar a sus vecinos trayendo a cuento un problema a cuya solución él no podía contribuir y en el pueblo a nadie más le importaba: la caída del gallo de la veleta parroquial. “Vamos, ¿qué más da que el viento sople desde Cuenca o hacia Cuenca?”, le decían antes de dejarlo con un palmo de narices. Él, por su parte, argumentaba que algún día los niños del pueblo deberían aprender a volar cometas y aquella información les iba a hacer falta. “Total, mientras no le importe al cura, que los críos se diviertan saltando a la cuerda”, le replicaban. Finalmente, quisieron vapulearlo cuando sugirió que la veleta sería útil para anunciar los vendavales. “Hace cien años que no tenemos uno”, sentenciaron los que más sabían.

Se me ocurre en ocasiones que aquella historia era algo así como el retrato de muchos escritores y columnistas de prensa que refríen incansablemente un mismo telele. Y les va peor cuando en la aldea el viento no da ni para secar una sábana. Pero, en fin, si Dios creó las pulgas, fue para que incordiaran incluso a quienes se sienten felices porque solo duermen con gatos. Así que apechuguemos con esto: después del portentoso milagro que significó la firma del Acuerdo de París basado en el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), no hay semana en la que no se reúna en alguna parte una bandada de políticos e influencers dispuestos a pregonar la victoria sobre el calentamiento global y el desbarajuste del clima. Deberían hacerlo bajo el lema “El cura hizo reparar la veleta”.

Solo que tampoco pasa semana sin que circule un nuevo estudio científico demostrativo de las imprevisiones —¿involuntarias?— del IPCC que ya lo han tornado más que obsoleto, eso sin contar con la puñalada trapera que le asestó la administración Trump al retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París. Pero esos estudios no son tan interesantes para la gente como los éxitos mediáticos de algunos payasos metidos a estadistas y, además, no abundan los divulgadores que quieran hacer de aguafiestas, menos cuando aún nos queda tiempo para construir miles de arcas de Noé inteligentes.

duranayanegui@gmail.com

El autor es químico.