Al final de la novela Foe, de J.M. Coetzee, la mujer que, tras vivir como náufraga en la isla de Robinson Crusoe condujo a Viernes hasta Inglaterra, llevó al joven negro a Liverpool, donde esperaba liberarlo enviándolo de regreso a África, “su patria”.
Ya en la zona portuaria, preguntó cuál de los navíos visibles zarparía rumbo al continente negro. Su interlocutor le explicó que muchos barcos llevarían ese destino, le preguntó a cuál de los países africanos quería enviar a su pupilo y le mencionó varios que se extendían desde Guinea hasta Egipto, pasando por El Cabo.
Fue entonces cuando la mujer descubrió que repatriar a Viernes sería imposible, pues el joven había perdido hacía mucho la memoria de su origen y, literalmente, no podía usar su lengua: se la habían cortado antes de que ella lo conociera y, por lo tanto, mudo, ni siquiera podía revelar quién había cometido tal atrocidad: pudo haber sido el mismo Crusoe.
¿Tendría en mente Coetzee los fallidos intentos de Estados Unidos por repatriar a sus afrodescendientes después de la imperfecta abolición de la esclavitud?
El mismo Abraham Lincoln dijo, en su discurso de Peoria, en 1854: “Mi primer impulso sería poner en libertad a todos los esclavos y enviarlos a Liberia, su propia tierra nativa”.
Esto muestra, no solo que en geografía andaba como la protectora de Viernes, sino que quizás presentía futuras barbaridades como la del policía de Minneapolis.
En Abraham Lincoln y su proyecto de colonización para los negros libres, la investigadora Carmen María Fallas documentó el interés que puso Lincoln en el establecimiento de una república negra en el territorio costarricense que, tras la guerra de Coto, pasaría a manos de Panamá. Lincoln movilizó en secreto recursos con ese fin y, luego, los solicitó públicamente en su primer mensaje al Congreso, en diciembre de 1861.
Soñaba con reasentar ahí a los esclavos liberados y ahorrarle así, a su sociedad, los avatares de una integración racial que él consideraba problemática.
Es interesante destacar que, con anterioridad, hubo con el gobierno de Costa Rica negociaciones con un fin similar y en ellas se consideraban, entre otras cosas, las ventajas de construir un ferrocarril interoceánico entre Bocas del Toro y el golfo Dulce.
El autor es químico.