Columnistas

Polígono: Arar con la cola

La estupidez impresa en el ADN de la burocracia es indomable, incluso cuando dispone de las más refinadas técnicas de comunicación.

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“General, ¿por qué, si se os ordenó utilizarlas, las bombardas siguen ociosas?”. “Majestad, la intendencia no nos suministró bolaños, missilis non habemus”. “Si es así, general, ordenad la retirada; el próximo verano retornaremos a repetir el asedio”. Así funcionaban los asuntos en el pasado, cuando era normal que las órdenes circularan con una lentitud que muchas veces causaba desastres civiles y militares. Hoy, los avances en los medios de comunicación han abierto la posibilidad de que desaparezcan de las actividades burocráticas los rasgos de estulticia que se podían achacar a la descoordinación causada por las distancias que se interponían entre los responsables de la toma de decisiones. Contamos, entre otras cosas, con una telefonía inalámbrica que pone a “vivir en la misma tienda” a jerarcas separados por montañas y océanos, y por ello resulta inexplicable que en ciertos aspectos nos sigan superando en eficiencia las abejas exploradoras que, describiendo en el aire unos garabatos al parecer copiados del alfabeto árabe, les dicen a sus congéneres: “Apúrense, tomen aquel rumbo porque en esa dirección abundan las flores”.








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